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VID~

DE CRISTO

era ,

dándoselo á conocer la misma luz

interior que se

lo babia dado

á

conocer á Simeon;

y

lo mismo fue

verle, que prorumpir al instante en alabanzas

y

en

ac–

ciones de gracias al Señor por el favor que hacia al mun–

do en darle, en fin, un Salvador en la persona de aquel

niño;

y

no cesó de hablar del prodigio que habia visto

á

todos los que como élla aguardaban la redencion de

Israel.

Habiendo cumplido la santísima Vírgen

y

san José

con todo lo que estaba mandado por la ley, se volviéron

á

Nazaret, que era el lugar de su residencia; pero no

permaneciéron en él mucho tiempo. Las persecuciones

contra el Salvador, predichas por el santo Viejo, no tar–

dáron en verificarse: la fama de lo que acababa ·de suce–

der en el templo se extendió bien presto por Jerusalen; en

todas partes no se hablaba de otra cosa que de estas pre–

dicciones, las que parecia solo podían convenir al Mesías.

Llegó este ruido hasta la corte : asustóse Heródes;

y

ajus.–

tando lo que acababa de suceder, con lo que le habían

dicho los Magos , se afirmó en que aquellos extrangeros

le

habian burlado: inflamase entonces toda

SL:I

crueldad;

y

viendo su '.furiosa ambician que su primer designio se ha–

bía frustrado, tomó entonces mismo la bárbara resolu–

cion de hacer degollará todos los niños de sus estados, de

dos años abaxo, pareciéndole que no podia menos de en-

- volver en esta general matanza el que hacia el asµnto de

su temor:

i

pero que puede toda la industria cqntra los

de~

signios de la providencia de Dios.

·

El ángel del Señor avisó en sueños

á

san José

el

bár–

baro designio de aquel impío

Rey, y

le mandó tomar al

instante niño

y

madre,

y

retirarse prontamente

á

Egipto,

y

permanecer allí hasta qne

se

le mandase volve'r. No se

detuvo José un momento en obedecer: aquella misma

noche partió para Egipto, en donde permaneció con Je–

sus

y

María hasta despues de la muerte del Tirano. Como

la santísima Vírgen

y

san José estaban perfeétamente ins–

truidos del misterio que se encerraba en aquella huida.,

no se· sorprendiéron , ni

se

alteráron; estaban demasiado

bien dispuestos

á

toda suerte de acontecimientos para que

.se

asustasen de nada

de

cuanto les sucedia.

I:ia antigua tradicion de los

griegoi, citada por san