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~

SENOR NUESTRO.

templo., le reveló que el niño que veía en los

br~zos

de

aquella jovencita muger era el Salvador. Entonces el santo

VieJo,ar:rebatadode un transpone de gozo y de amo r, acom–

pañado de un sentimiento del mas vivo reconocimiento.,

tornando al niño en sus brazos,

y

levantando los ojos al

cielo, exclamó: Ahora., Señor, no teneis ya que hacer otra

cosa con vuestro siervo que disponer de su vida; moriré en

paz, segun la

prome~a

que me habeis hecho. No tengo

ya

que desear., ni mis ojos no tienen

ya

nada que ver sobre

la tie1 ra despues que han visto al Salvador del univer–

~o.

Vos le habeis destinado para que esté expuesto á la

vista de todos_ los pueblos" como el objeto de su respeto

y

de su amor: él ha de ser la luz de las naciones,

y

la

gloria de vuestro pueblo Israel. José

y

María estaban n

una profunda admiracion viendo lo que pasaba, cuando

encarándose á éllos el santo Viejo, les dió la enhorabuena

por la dicha de tener por hijo al Salvador del mundo:

los ·bendixo,

y

á

María su madre la dixo , que aunque

aquel · divino niño no babia venido al mundo sino

á

salvar

á

todos los hombres , con todo, muchos no se aprovecha–

rían,

por su culpa., del beneficio de la redencion, los cua–

les en lugar de hallar en él un Salvador misericordioso.,

no hé;!llarian sino un juez severo, que lejos de ser recibi–

do con respeto por los que le habian deseado con tanta im–

paciencia, sería el objeto de su ódio mortal: que sería

maltratado, perseguido

y

hecho el blanco de la contradic–

cion;

y

tú misma, por mas que seas la µias dichosa de to–

das las madres , serás tambien la mas afligida: t nd rás

parte

y

no poca· en sus dolores : los ultrages que harán

á

tu querido hijo, serán para ti como otras tantas puñaladas

que te traspasarán el corazon: tú le

ofrec~s

en este dia

á

Dios, como una víctima que debia inmolarse un dia por

la salvacion del mundo : te cabrá

á

ti

una gran parte en

aquel puro sacrificio; y todo lo que tu hijo padecerá en

su cuerpo, lo padecerás tú en tu corazon.

Sobrevino al mismo tiempo al templo una santa ·viu–

da, llamada Ana, dé edad de ochenta y cuatro anos, que_

estaba dotada del don de profecía.,

y

que lo mas del

tiempo estaba en el templo pasando los días

y

las· no...

ches en ayunos

y

en oracion, derramando su corazon

delante del Señor. Viendo al niño Jesus, conoció

quién