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,

,

DE

LA SANTISIMA

VIRGEN.

315

"nos."

El

mismo espíritu animaba

á

san Buenaventura cuan–

dodecia,

(e

que el que honrase

y

sirviese dignamente álasan–

" tísima Vírgen., se .sal varia; pero que el que se descuida–

" se de honrarla

y

de servirla; moriria infaliblemente en

"sus

pecados.~'

Esto es tambien lo

qft.le

significan estas pa–

labras de la Sabiduría que la Iglesia aplica

á

la santísi–

ma Vírgen-:

Qui me invenerit

.,

inveniet vitam, et hauriet

salutem

a

Domino:

el que me hallare, hallará la vida,

y

alcanzará la salud de la misericordia del Señor; pero el

que me mirare con indiferencia

y

con frialdad, el que me

ofendiere

ú

despreciare, perjudicará

á

su alma: todos·

los

que me aborrecen, aman la muerte :

Qui autem in me pec–

caverit,

tcedet

animam suam: omnes qui me

oderunt, dili–

gunt

mortem

(Serm.

de

Aquce ductu.).

(e

Hijos mios, decía

,, san Bernardo, esta Señora es la escala de los pecadores,

"es mi gran confianza; toda ·tni esperanza está fundada

"en su poderosa proteccion." Siendo como es tesorera de

las gracias que nos mereció Jesucristo,¿ en favor de quié–

nes derramará estos tesoros de bendiciones, sino sobre los

que la honran con un culto verdaderamente religioso, la

aman con

ternura~

imjtan sus virtudes,

y

la sirven con ze–

lo

y

con

fervor~

Ut ditem diligentes me.

§.

XXXII.

Fiestas particulares, establecidas en la Iglesia

á

honra

de

la ·santísi1na Vírgen.

Las fiestas de la Iglesia son unos devotos regocijos,

y

unas religiosas solemnidades en honra de Dios

ú

de los

santos, no solo para celebrar sus virtudes,

y

honrar su

mérito por medio de un culto religioso, sino tambien para

mostrar nuestro agradecimiento

á.

los beneñcios que he–

mos recibido, para excitar nu_estra devocion

á

los santos,

para vencer nuestra floxedad con la vista de sus exem–

plos, para invocar su poderosa proteccion,

y

avivar nues–

tra confianza.

La

Iglesia tiene demasiado en el corazon el culto de

la Madre de Dios,

y

está demasiado persuadida del vali–

miento sumo que tiene en el cielo,

y

de la necesidad