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306
VIDA
sus propios ojos las cicatrices de sus manos
y
de sus pies,
diese
á
todos los siglos venideros un testimonio incontes–
table de la resurreccion de su divino Maestro; á este mo–
do, parece permitió el Señor que este mismo Apóstol no
se encontrase en la muerte de la santísima Vírgen, para
que con motivo de su ausencia se asegurasen todos de la
verdad. de su gloriosa asuncion en cuerpo
y
alma á los
cielos.
Y ciertamente convenia , como dice san Agustin, que
el Salvador no dexara en el sepulcro un cuerpo tan puro,
del cual babia sido formado el suyo; una carne, que en
algun modo era la suya propia
(Serm.
1.
de Assumpt.): Ca–
ro enim Jesu, caro Marite.
No puedo creer, continúa el
santo Doctor, que el cuerpo en que el Verbo divino se hi·
zo hombre, fuese dado por presa
á
los gusanos y
á
la co–
rru pcion; solo el pensarlo me estremece y horroriza.
i
Quién podria imaginar,
y
quién osaria creer, dice el mis–
mo .san Agustin, que Jesucristo, que conservó la integri–
dad de la madre durante su vida, no la babia de preser–
var de la corrupcion despues de su muerte?
lllud sacra–
tissimum corpus, in
quo
Christus carnem assumpsit, escam
vermibus traditam
,
quia sentire non valeo, dicere perti–
mesco. Quid hoc est
~
In
vita Christus matrem integram
servavit
.,
et
in
morte iltius corpus incorruptum
non
serva–
verit
~·
i
Por ventura le era mas mas dificil conservar la in–
tegridad de su madre viva, que preservarla difunta dela co–
rrupcion? Y si el cuerpo de los predestinados debe estar
enteramente en el cielo,
í
se puede imaginar que el sagra–
do cuerpo de su beatísima madre babia de quedar hasta
el fin de los siglos sobre la
tierra~
Este
divino
Salvador,
que hace-se .honren en todas partes los huesos
y
cenizas
de sus siervos ,
y
·que autoriza con tantos prodigtos el cul–
to que se les da,
i
dexaria las reliquias de su santísima
madre en la obscuridad, en el olvido
y
sin culto? Pues
esto sucedería, si este santo cuerpo hubiese quedado sobre
)a tierra ,
y
si no se hubiera dado priesa el Señor
á
poner–
·le en el cielo.
¡ Qué felices somos., dicen todos los
santo~
PP. en te–
ner en el -eielo -ur:ia tal protectora,
y
una tal abogada que
tiene en sus manos· tod<>s los tesoros de las misericordias
del Señor! como dice el B. Pedro
Da1niano:
In
manibus ejus