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DOMINGO SEPTIMO
bres en los hospitales, y en las cárceles,
y
alívialos en
cuanto pudieres: procura ser humilde con todos los ne–
cesitados. Estate lo mas que puedas ante Jesucristo sa-
cramentado,
y
participarás de sus liberalidades.
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DOMINGO SEPTIMO
DESPUES DE PENTECOSTES.
Omnes gentes, plaudite man.ibus, jubilate Deo in voce exul–
tationis
: pueblos esparcidos por todo el mundo , haced
ruido con las manos : manifestad con mil exclamaciones
de gozo la parte que tomais en la gloria de vuestro Dios;
porq_ue el Señor es el Altísimo , el rey grande y terrible,
cuy0 imperio se extiende
á
toda la tierra:
Quoniam Do–
minus esccelsus
,
terribilis
:
rex magnus super omnem ter–
ram.
Estas palabras entusiásticas, estos gritos de alegría.
estas aclamaciones tan propias de un día de triunfo , las
h<,1- escogido la Iglesia entre ótras para el intróito de la
misa de este dia. Este salmo , que se cree haber sido he–
cho para la vuelta del Arca, despues de alguna insigne
vict-0ria, es una profecía clara del triunfo de Jesucristo
sobre todo el infierno,
y
del de la Iglesia sobre los gen–
tiles_,
y
sobre todas las heregías. El Arca, llevada en triun–
fo
al monte santo , es una figura bien expresa de Jesu–
cristo subiendo al cielo ;
y
los pueblos vencidos enton–
ces por los judíos , nos representan perfectamente
á
los
gentiles y á todas las naciones del mundo sometidas
á
la Iglesia. En efecto, ¿qué triunfo mas glorioso, qué vi c–
toria mas completa que la de la
fe~
H cec est victoria
quce vincit mundum, fides nostra.
Subjugar pueblos ente–
ros con la' armas , no es gran maravilla: un torrente im–
petuoso inunda facilmente todo un pai . Quien subyuga
los pueblos enteros es la multitud
y
el valor de los sol–
dados: no son siempre los conquistadores los que tienen
mas parte en la victoria. Despues de todo , lo que se
aprisiona son solos los cuerpos; porque ¿que vencedor,
qué conquistador pudo jamás sujetar ni el ,corazon , ni