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86

DOMINGO SÉPTIMO

de oveja. Lo que nos muestra cuánto importa no dexar-–

nos engañ-:ir á la gran desventura,, que es para una alma

el dexarse engañar.

Guardáos,

dice el

Salvador, de los falsos profetas que

vi'enen á vosotros con vestidos de ovejas,.

y

que por den–

tro

son unos lobos rapaces-:

Attendite d fa/sis prophe–

tis.

Ninguna cosa deslumbra mas que el artificio de que

se sirven; un exterior que no, presenta nada que no sea

loable, engaña facilmente. Un ayre de devocfon, de mor–

tificacion, de mansedumbre

y

de modestia,

á

veces no

es otra cosa que

un

exterior de oveja que toma un fal–

so

doctor, que solo se ha disfrazado para dañar con mas

seguridad.

En tiempo de Jesucristo era grande el número de es–

tos

falsos profetas , y hacian infinito mal en el pueblo,

imitando á los verdaderos profetas en todo lo que. des-: .

lumbraba

y

engañaba. Los antiguos

y

verdaderos

profo·–

tas vestían muy sencillamente, y tenían una vida muy

austera: iban vestidos de pieles, ayunaban rigurosamen–

te,

y

se cubrían y envolvian en unos sacos

ó

cilicios. Ta–

les eran Jeremfas, Isaías y Juan Bautista. Los falsos pro–

fetas se vestian d€1 mismo

rnod~,

parecian á los ojos del

pueblD" grarrdes ay•1rnadores, predicaban con énfasis la pe–

nitencia : ninguna cosa mas fácil que engañarse,

y

for–

mar de éllos un gran concepto. Pero el Salvador nos en–

seña. en el evangelio de hoy

á

conocerlos

y

á

quiqirles

la

masca.rHia~

1

1

.faJ

fructibtls eorum cognoscetfs eos,

dice el Señor : por

sus frutos Ios conoceréÍs ; esta prueba nunca fue equívo–

ca.

iPor ventura se cogen uvas de las espinas,

ó

higos

de los

cardos~

Por los frutos se juzga de la naturaleza

del árbol ':: tal es el fruto , cual es el árbol;

y

tal el ár–

bo1, cual

el fruto:

Ia

1

señal

y

prueba es recíproca; así

como no ' es posible que un fruto bueno· venga de un

árbol malo, tampoco es posible que un árbol malo lle–

ve buen fruto. No pareis en esos exteriores deslumbra–

dores, dice san Gregario, porque los lobos se pueden cu–

brir con piel de ovejas. Es verdad, que por poco que

se les observe de cerca, se descubre bien presto el en–

gaño. Una piel prestada no da ni la voz ,

ni

las inclina–

ciones del animal cuya es

por naturaleza. Una humil-