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DESPUES DE PENTECOSTES.

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No hay estado en que sea uno mas esclavo que en el es–

tado del pecado: ninguno en que haya mas que padecer,

y en que se haya de hacer uno mas violencia;

y

de to–

dos estos trabajos, de todas estas sujeciones, de todas es–

tas penas, iqué fruto se saca, qué ventaj as? Turbacio–

nes, temores , inquietudes en el espíritu , amargura, te–

dios mortales, tr).steza en el corazon; y lo que es peor,

suplicios eternos despues de esta vida. Dios te promete .

en su servicio una bienaventuranza eterna, una vida lle–

na de dulzuras espirituales,

y

tambien una libertad acom–

pañada de una dulce paz: con todo que no te pide , co–

mo podia , todos los trabajos , toda la violencia , todos

los amargos sinsabores que se encuentran en el servicio

del mundo;

i

rehusarás servir á Dios, guardar sus man–

damientos, vivir segun las máximas del evangelio?

Hu–

manum dico:

me corro de proponeros estos motivos na–

turales

é

interesados :

i

debe Dios ser amado y servido

por otro motivo que por la honra

y

el gusto de agra–

darle? iEl mismo Dios no es un motivo suficiente para

obligarnos á amarle?

Propter inflrmitatem carnis vestrce;

pero condesciendo con vuestra flaqueza; solo que los mi–

ramientos caritativos

y

de compasion que tengo por vos ..

otros , deben llevaros

á

obrar por motivos mucho

mas

perfectos:

Sicut enim ex hibuístis membra vestra servire

immunditice

,

et iniquitati ad iniquitatem

,

ita nunc exhi–

bete membra

ves~ra

servire justitice in sanctificationem:

así como hicísteis servir los miembros de vuestro cuer–

po á la impureza

y

á la injusticia para cometer el de–

lito, así hacedlos servir ahora

á

la justicia para ser san–

tos. Por el bautismo habeis sido hechos te!Tiplos de Dios;

i

no debeis, pues, purificar este·templo, que ha sido

man~

chado éon tantas abominaciones

é

inmundicias? La gra–

cia del bautismo le ha blanqueado, es menester que la

penitencia le adorne. La impureza,

la

soberbia , la gula,

y

todos los otros vicios os habian hecho un objeto de

horror á los ojos de Dios; es necesario, pues , qu.e la hu–

mildad, la pureza, el ayuno.

y

la práctica de todas las

virtudes cristianas os hagan un objeto de complacencia

á _

sus ojos.

Q,uem ergo fructum habuistis tune in i!lis, in qui–

bus nunc

erubescitis~

Nam finis illorum mors est:

estas

palabras del santo Apóstol bien meditadas son capaces de

F

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