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DOMINGO SÉPTIMO
..
ve , pero patético, de las grandes ventajás de la
ley
de
gracia sobre la ley antigua: despues de haberles explica–
do á aquellos nuevos fieles sus deberes y obligaciones , y
haberles hecho palpar la diferencia del estado funesto del
pecado en que habían vivido , al dichoso estado de la
gracia en que habían entrado por el bautismo , y esto
por la comparacion del estado de servid{]mbre con el es–
tado de la mas dulce y apacible libertad; los exhorta
á
no omitir nada para vivir una vida pura, fervorosa, exem–
plar , que corresponda á la santidad del evangelio que
profesan : á ser tanto mas santos, cuanto son mas los me–
dios que tienen para serlo. Para obligarles á la práctica
de las buenas obras, les representa san Pablo, que halla·
rán en la ley de gracia esta abundancia de socorros
y
auxílios , que la ley de Moyses no daba por
sí
misma,
y
que no pueden hallarse sino en la ley de Jesucristo.
Por lo demas, añade el Apóstol , la libertad que este di–
vino Salvador vino á traernos, no consiste en vivir con
una absoluta independencia, sino solo en mudar de amo.
Así corno hicísteis obras de muerte
y
de condenacion
mientras estuvísteis baxo la esclavitud del demonio
y
del
pecado : así ahora, que estais baxo la ley de gracia,
debeis hacer obras de justicia ; y pues os habeis someti–
do al yugo del evangelio , por lo mismo os habeis obli–
gado á hacer todo lo que prescribe el evangelio.
Humanum dico
,
propter infirmitatem carnis vestrte,
dice el Apóstol, hablo como hombre , por motivo de la
flaqueza de vuestra carne ; como si dixera : conociendo
vuestra flaqueza , no os pido nada que sea muy sublime,
ni que pueda pareceros demasiado dificil; solamente os
pido que para agradar
á
Dios, hagais lo que tantas ve–
ces habeis hecho para agradar al mundo, para satisfacer
vuestras pasiones , y para salir- con vuestros frívolos
y
quiméricos intentos. Traed á la memoria todo lo que ha–
oeis tenido que sufrir en el servicio del mundq: ¡qué su–
jecion á sus duras
y
ridículas leyes! ¡qué violencia, que
tormento mas universal! En él se hallan tantos amosco–
mo concurrentes, con quienes es menester contempori–
zar,
y
á
quienes no se debe desagradar. ¡qué servidum–
bre mas dura que la del pecado
!
i
qué tiranía mas cruel
que la de las pasiones! ¡Cuánto cuesta el satisfacerlas !