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DESPUES DE PENTECOSTES.
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non, adonde iban algunos
á
sacrificar
y
quemar niños á
honra del demonio. El ídolo Moloc era un busto de cobre
rnostruoso, el cual tenia una cabeza de becerro,
y
de mi–
tad de cuerpo arriba siete grandes agujeros 6 bocas, por
las cuales arrojaban las víctimas en otros tantos hornos, en
los que tenían cuidado de tener encendido un gran fuego
noche
y
día; de aquí vino el dar al infierno,
ó
al lugar de
las llamas eternas, el nombre de
Gennes;
y
de aquí se ha
trasladado esta palabra á toda suerte de tormentos, supli–
cios
y
dolores. San Gerónirno dice, que Jesucristo fue el
primero que se sirvió de élla para expresar metafóricamen–
te el fuego del infierno,
y
los tormentos de los condena–
dos, llamándolos la gehenna del fuego:
Reus erit gehenme
ignis.
Despues de esto, ise debe, se puede mirar corno pe–
cado leve una aversion, un odio en el corazon, que pro–
rumpe en injurias
y
en
baldones~
Aprended de aquí, continúa el Salvador, cuánto im–
porta ahogar todo resentimiento, toda pasion de odio en
~u
nacimiento, como tambien todo afecto de venganza. Sea
la que fuere la injuria que os hayan hecho, debeis perdo-
11arla
y
reconciliaros con vuestro enemigo. Nada mas gra–
to á
Dios
que el sacrjficio; pero lo que le agrada mas, es,
que si has dado algun disgusto
á
tu hermano, le des
pro1 -
tamente una justa sarisfaccion; pues
tu
reconciliacion le
agrada mas que
tu
sacrificio. Si alguna vez estuvieres al
pie del altar en <lisposidon de ofrecer algun don al Señor,
y
te acordares de alguna falta que hubieres cometido con–
tra la caridad del próximo,
ó
de alguna accion, aunque
inocente, con que le hayas agraviado, dexa allí tu ofrenda:
Relinque ibi
munus tuum ante
altare,
y
vete
á
reconciliar
con él; despues de lo cual podrás volver con confianza
á
hacer tu ofrenda,
y
·Dios te la aceptará. Por mas que
ofrecieras al Señor la mitad de tus bienes, corno Zaqueo,
si al mismo tiempo no le sacrificases los resentimientos que
tuvieres contra tu hermano, tu ofrenda no será capaz de
aplacarle; la mirará con indiferencia
ó
con horror. La ca–
r_idad pura
y
cristiana es la que da el precio
y
el valor á
las mejores acciones. Sin la caridad no hay virtud. no
hay acto de religion que sea meritorio
y
agradable á
Dios. Aunque tuviera el don de profecía, decia san Pa–
blo, aunque tuviera la ínteligencia de los misterios ,
y