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DOMINGO VEINTE Y UNO
in
omnibus
umentes
-scutum
fi–
dei
,
in quo possith
omnia
te–
la nequiuimi ignea E'x:tingue–
r e
,
et galeam sslutis assu–
mite: et gladius spiritus, quod
tsl
verbum Dei.
ra todo el escudo de
la
fe , con el
cual podrais apagar todos los dard os
de fuego del maligno:
y
tomad el
morrion de la salud,
y
la espada
del espíritu
:
que es la palabra de
Dios.
NOTA.
(( Despues de haber reprendido san Pablo con su acos–
" tu m):>rado zelo
y
mansedumbre los defectos de los fieles
"de Efeso, les da reglas para cómo han de gobetnarse
"y
reglar sus costumbres. Da avisos saludables
á
los
pa~
"dres
y
á
las madres,
á
los hijos,
á
los amos
y
á
los cria–
"dos;
y
acaba su carta encomendándose en
sus
oraciones."
R E F
L
E X I O N E S.
No es contra
la
tarne
y
la
sangre tontra quienes tenemos
'JUe pelear
,
sino contra los principados
y
las potestades,
&c.
Por la carne
y
la sangre entiende aquí san Pablo los
hombres , los cuales no son sino unos enemigos compues–
tos de carne
y
hueso como nosotros;
y
por consiguiente
unos enemigos que no tendrán ningun poder sobre nues–
tra alma, ni sobre nuestro corazon. Su fuerza, sus ardi–
des
y
todas sus astucias tienen otra esfera mucho menor,
y
no e
tan dificil ponernos á cubierto de sus tiros. Los
enemigos espirituales contra quienes tenemos que com–
batir toda la vida son mucho mas
t~rribles,
son unos ene–
migos que no se perciben sino por sus ataques,
y
cuyos
tiros ao se ven sino por las heridas que hacen: tambien
tenemos que combatir, dice en otra parte el Apóstol, con–
tra la carne y la sangre, es decir, contra los deseos de
la carne, contra los movimientos de nue tra propia con·
cupiscencia, contra nuestras malas inclinaciones. Nosotros
mi mos somos, por decirlo as{, nue tras mas temibles
enemigos: nuestros sentidos nos halagan
y
nos engañan,
nuestras pasiones nos hacen una guerra mortal,
y
debe–
mos continuamente desconfiar de nuestro propio corazoa,
el que siempre está de inteligencia con nuestros sentidos.
Lo
principados, las potestades , los rectores de las tioie-