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DOMINGO VEINTE Y UNO

á

predicar el evange1io de la paz, para ir

á

anunciarle

á

todos los pueblos del Universo , si no eón vuestras pala–

bras., á lo menos con vuestros buenos exemplos. Quiere

san Pablo que todos los cristianos se miren como soldados

de Jesucristo, armados -con toda suerte de armas; esto es,

l'evestidos de las armas espirituales, que son la fe, la jus–

ticia, el zelo

y

la

caridad. El Apóstol parece aludir aquí

á

aquel pasage de lsaías (

lsai.

r2.):

Et erit justitia cin–

gulum lumborum ejus;

y

será la justicia el cíngulo de sus

lomos:

et fides cinctoriu11.1 renum ejus;

y

la fe , la inocen–

cia

y

la caridad serán el talabarte de que estará ceñido.

Tomad en todo trance , continúa el Apóstol, el escudo de

la fe, con el cual podais apagar todos los dardos encen·

didos del maligno espíritu!

Scutum fidei

in

quo possitis

omnia tela nequissimi ígnea extinguere.

Los dardos de fue–

go del maligno espíritu son los malos deseos,

y

los agui–

jones

ó

estímulos de la carne, que no apagándose pron-

to , causan en el alma un funesto incendio. A la menor

chispa, con el mas ligero consentimiento prende fuego la

concupiscencia. Todos los <lardos del demonio están en–

cedidos , pegan fuego en

el

corazon ,

y

matan el' alma.

Una fe viva es un escudo impenetrable, que embota to–

dos los dardos,

y

la gracia apaga su fuego:

Galeam sa–

lutis assumite: et gladium spiritus, quod est verbum Dei.

Tomad ademas el morrion de la salud. Jesucristo es nues·

tra salud, conforme al lenguage de la Escritura: su espi·

ritu, su amor, su proteccion todopoderosa pueden llamar–

se el morrion de la salud. Amemos

á

Jesucristo, tenga–

mos

una entera confianza en Jesucristo , estemos anima–

dos del espíritu de Jesucristo

y

seremos invencibles. Pero

no nos conténtemos con tener armas defensivas ,

y

con

estar siempre á la defensiva. Sirvámonos de la espada del

espíritu, que es la palabra de Dios: con esta divina pala–

bra pondrémos en fuga

á

rodas las potestades del infierno·.

Practiquemos

y

pongamos por obra esta divina palabra,

viv:imos segun el espírit11

y

l;.is máximas del evangelio,

y

se.remos formidables al demonio.

El evangelio es del cap[tu1o

18

de san Mateo. Aca–

baba el Salvador de establecer

y

explicará sus apó toles

el importante precepto del perdon de las injurias, uno

de los mas esenciales de la moral cristiana

y

de la reli-