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DESPUES DE PENTECOSTES.

319

RE FLE XI ON E S.

Redimiendo el tiempo porque los dias son malos.

El tiem–

po es demasiado precioso para que no sean estimables los

dias : los días no son malos sino por el mal uso que hace–

mos del tiempo. Sería menester conocer el precio inesti–

mable del tiempo para comprender la gran pérdida que

es el emplearle mal. El

tiempo

es una cosa tan preciosa,

que todas las honras

y

bien.es

del mundo no valen lo que

vale un solo momento ;

y cua

ndo no se hubiera emplea–

do sino un momento para adquirir todos los bienes del

mundo , si no hay mas que esto , se puede decir que de–

lante de Dios , que juzga sanamente de todas las cosas,

se ha perdido el tiempo. No hay réprobo en el infierno

que no estuviera pronto á dar todos los reynos

y

todos

los bienes del mundo, si fuera dueño de éllos , por tener

un momento de aquel tiempo que gastó en bagatelas , y

que nosotros gastamos en lo mismo. Concibamos., si es

posible, lo que es la gracia , la cuál no es menos que el

precio de la sangre y de la muerte de un Dios: conci-'

bamos lo que vale la posesion de un Dios en la mansion

de los bienaventurados. El tiempo no se nos ha dado si–

no para aumentar cada momento esta gracia , para me–

recer con la ayuda de la gracia el rey no de los cielos,

la mansion de los bienaventurados. Se puede decir con

verdad, que cada momento que no hemos empleado en

hacer la voluntad de Dios , hemos perdido mas que si

hubiéramos perdido todos los te oros de la tierra. Lo que

por toda la eternidad no podrán hacer los santos en

d

cielo con los actos mas perfectos de amor de D ios , que

es merecer un nuevo grado de gloria , lo puedo hacer ca–

da momento con un solo acto de caridad. Lo que los ré -

probos no podrán hacer en toda la eternidad con su'i llo- •

ros, con sus pesares,

y

con todo

sus incompren ibles

tormentos, que es aplacar el enojo de Dios,

y

obtener el

perdon de su culpas,

pu~do

yo ha cerlo cada momento.

Comprendamos por aquí el precio , el mérito , el in–

estimable valor de este tiempo que perdemos sin escrú–

pulo y sin dolor.

i

De qué precio no

pare~erá

á

l~ ho~a

de la muerte aquel tiempo que se. h.a hUJdo para oos-