DESPUES DE· PENTECOSTES.
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gunda carta
á
los corintios,
supra modum in sublimitate
teternum glorite pondus operatur
in.
nobis:
Nuestras aflic–
ciones presentes, que no duran sino un momento,
y
que son
tan ligeras, nos producen un peso eterno de gloria en un
grado de altura mas allá de otra medida. Y ciertamente
que esta vida , comparada con la eternidad, no es mas
que un instante indivisible, y no hay mas proporcion entre
las aflicciones de esta vida y la gloria de la ótra, que la
que hay entre este punto de tiempo imperceptible
y
toda
la incomprensible eternidad. Este es aquel dichoso en–
canto que trueca en lágrimas de gozo la que el dolor ha–
ce derramar durante esta vida. He hecho, dice san Agus–
tin, cotejo de lo que padezco con lo que espero ;
y
hallo
que el peso de mis trabajos es infinitamente mas ligero
que el peso de gloria que produce. Suframos por un poco
de tiempo las tril;iulaciones: consolémonos con que
á
nues–
tras penas se s guirá un descanso eterno. Acá abaxo no se
bebe sino gota á gota e1 agua amarga de la tribulacion: en
el cielo un torrente de delicias, que jamás se agotará, inun–
da á los bienaventurados. Aunque la .gloria de la otra vi–
da no tiene proporcion alguna con nuestros trabajos to–
mados en sí mismos , . sin embargo, ha querido
Dios
asig–
narles esta gloria inmensa
á
título de recompensa
y
de
justicia. Pero para hacérnosla merecer , nos hace antes
participantes de los méritos de Jesucristo,
y
releva por
su
gracia el mérito de nuestros trabajos.
Nam
expectatio creaturte, revelationem filiorum Dei ex–
pectat:
por eso lo que mas. esperan las criaturas, conti–
núa san Pablo, es que se manifieste esta gloria de los hi–
jos de Dios. San Agustin cree que poa las criaturas deben
entenderse aquí todos .los fieles que jpspiran por el fin de
las miserias de esta vida ;
y
que desl!?lbriendo con las lu–
ces de la fe la felicidad que les está preparada en el cie–
lo ,
y
que es el objeto de su esperanza, desean con ansia,
aguardan con una santa impaciencia , piden con fervor
que
llegu~
el feliz momento que debe ponerlos en pose–
sion de aquella bienaventurada herencia. Segun otros mu–
chos santos padres, las criaturas significan aquí todos los
hombres,
y
singularmente los gentiles, cuya vocacion
á
la
fe comienza
á
anunciar el Apóstol, como que debe ser el
principio de su libertad. El Mesías se llama en la Escritu-
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