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DESPUES DE PENTECOSTES.

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ocurrirá todas sus quejas y reconvenciones , convencién–

dolos por su propia conducta de la justicia con que pro–

cedia, y de la malignidad de sus murmuraciones.

i

Quién de vosotros, les dixo, viendo á su buey ó

á

su asno caer en un pozo el dia ciel sábado no corre al

instante

á

sacarle?

i

acaso por respeto al dia los dexa en

el pozo hasta el dia siguiente? El Salvador les dexa que

hagan la aplicacion éllos mismos; era demasiado fácil

y

demasiado justa para no confundirlos. Veían que conocía

sus mas secretos pensamientos, y todo cuanto tenían en el

corazon ; y nada tenian que responder á una pariedad de

r azon que no tenia réplica. Así quedaron mudos; pero no

se hicieron mejores. De este modo se aprovechaba el Sal–

vador de todas las ocasiones para corregir

Ó,

para ins–

tru'Ír , pero ·siempre con su mansedumbre

y

prudencia

ordinarias; respetando

á

las personas ,

y

contempori–

zando con éllas al mismo tiempo que reprendia sus de-

fectos.

·

El mismo espíritu de zelo

y

de caridad le obligó

á

darles todavía otra leccion muy importante para corre–

gir una necia vanidad que tenian todos los fariseos cuan–

do se ponían

á

la mesa: no habia uno que no se apresura- ·

se , y esto con descaro , para ponerse en el mas honroso

puesto ; y esta ridícula ambicion era comun

á

todos. Lo

había advertido el Hijo de Dios al ponerse

á

la mesa:

lntendens quomodo primos accubitus eligerent.

Para rebatir

su orgullo y su ambicion les dió el Señor esta)eccion de

humildad, que el evangelista no llama parábola sino por–

que tenia un sentido figurado; y porque lo qye prescribe

aquí el Salvador

á

los que son convidados

á

un banquete,

debe aplicarse á las otras coyunturas de la vida.

Cuando fueres convidado

á

una boda , les dixo, no te

pongas en el primer puesto , no sea que otro mas caracte–

rizado que tú haya sido convidado,

y

que el que os ha

convidado

á'

los dos se vea obligado

á

decirte : Tomad el

trabajo de poneros mas abaxo,

y

ceded

á

éste otro su lu–

gar; ¿qué confusion sería la tuya entonces delante de la

gente? icuánto sentirias el verte abochornado por tu in –

consideracion,

ó

por tu ambicion? Para evitar, pues, es te

sonrojo elige siempre el último lugar, para que viendo

t u humildad el que te ha convidado, se prende de tu mo -