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DESPUES DE PENTECOSTES.
239,
cion.
¡Oh
muerte de los pecadores, muerte terrible, muer·
te cruel, la cual
5ola
equivale
á
un infierno!
PUNTO
SEGl)NDO.
Considera
qué
consuelo tan
dul~e, q~é
sentimientos de
gozo causa
la noticia
de haber ganado un pleyto de im–
portancia.,
Ja
del levantamiento de un largo
y
triste des–
tierro,
la
de una victoria compleia que no,s asegura una
corona; pues todo esto se halla.'ll$"e experimenta, se siente
en la
muerte de los justos,
y
cien ·veces mas que roda esto.
En élla se acaba un criste destierro , -cfsa una continua–
cion de males, espira una vicisitud .de
temp~stades,
de
temores
y
de peligros: en
élla
empieza una bienaventuran·
za
pura, llena , perfecta
y
eterna; finalmente , en élla se
seca para siempre un manantial de inquietudes, de pesares,
de molestias.
, ·
Las almas de los justos están en la mano de Dios,
no las
afligirá
la muerte: cuando Dios es quien ·nos sos–
tiene, quien nos lleva,
i
qué tenemos que temer? Lo
que
hace que
la
muerte sea tan terrible :, es
propiam~nt~
' la
vista de tln Dios irritado;
y
solo Dios puede hacer1a
dulce
y
suave. Siempre muei:_e contento
el que
muere
santo.
Cuando no estamos pegados
á
la vida,
la
dexamos sin
pena
y
sin
pe~ar;
y
cuarn;lo uno, piensa , que no muere
sino para vivir eternamente, muere no solo resignado, sino
con gusto. iSe pueP,e
tem~r
mucho -caer en las manos de
Dios, cuando se ha amado
á
Dios,
y
~uando
se le,ary,a?
El
que arna
á
Dios está siempre seguro de que Dios le ama
tiernamente.
Jesucr.isto no solo nos da su cuerpo
y
sangre para a)i–
rnentarnos, sino taf11bien,
parq., ha~erpos
vivir sieippre;
y
esta vida eterna empieza siempre
á
la hora de la muerte.
¡
Oh.i
y
como
lia
memoria de lo
pi:r~<rqo
consuela al justo
moribundo! ¡oh,
y
como le agrada lo presente,
y
de
qué
gozo no· llena
á
una alma santa
1~
e
perat:1za tan
bien
funda.daen
la~ mi~e.dcordias
pe
Qi~. ,
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eternidé,ld
~iena \l enwrada.!
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mw~te
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