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DOMINGO QUINCE

¡Qué extravagancia, espera--c que un hombre que en

toda su vida no

ha

sabido hablar sino la lengua de su

país, hable á

la

hora de la muerte

una

lengua extraña!

íSería menor maravilla que esperase

morir

como cristia–

no quien toda su vida ha sido mundano, libertino,

ir

re -

Iigioso?

Si

sucede alguna vez que un gran pecador muera bien,

i

no es esto

una

especie de milagro?

i

Los mismos liber–

tinos no lo tienen por

tal~

¡Qué desconsuelo, buen Dios,

no poderse uno salvar sino por milagro!

i

Los malos de–

ben contar mas sobr,e estos milagros por lo que mira

á

su

·salvacion, que lo que los enfermos desesperados deben

contar sobre las curaciones milagrosas

para

el restablecí–

-miento de sH salud?

Es necesario morir; ¡qué decreto! ya está dado,

y

es

.irre

vocable. Es necesario morir: ¡oh palabra terrible para

1.ln

hombr~

que jamás ha pensado en .la muerte: que to–

da

su

vjda

1

ha mirado

cph

horror el pensamiento de

la

muerte; á quien el solo pensamienco de la muerte ha

pa–

recido un suplicio! ¡qué turbacion, qué desórden no cau–

san en .el alma de un pecador los crueles remordimienros

que excita en él este pensamiento! Ent6nces es cuando

se siente toda st.l amargura ,

y

cuando penetra hasta lo

mas íntimo del corazon.

Es necesario morir; es decir, es necesario dexar

la

hacienda, la casa, los empleos, los amigos: es necesario

despedirse para siempre de todos los pasatiempos

y

gus–

tos de

la

.vida: es nece.sar io

ir

á

,presentarse delante de

Dios,

y

darle cuenta de

su~

deseos, de sus acciones para

que las juzgue.

i

Qué

de cosas qtie dexar , qué de co–

sas que llorar, qué de cosas qµe hacer, qué

de

cosas que

temer!

¡Y

no

nay,

y

no se tiene sino un momento para

todo esto!

EL

proceso está acabado; en

su

propia con–

ciencia lleva el móribundo las ' pruebas de todos los he–

chos. Un Dios irritado· va

á

juzgarte :al instante,

y

á

1

ven.:.

garse asítnismo de táT1tOS' insultos: . El pecado misrrló, sí,

ese

pecado

que

tenia tantos atract-ivós,

ya

no es sirio

un

monstruo

que

se levanta contra el peéador:

Peccaturn meurn

contra

me.

¡Oh

muerte

de los

pecadores, qué funei;ta eres!

La

memoria

de lo

pasado espanta, la' vis-ta

de lo

presente

abruma, el temor de lo

por

venir arrastra

á

la desespéra-