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DE CUARESMA._

205

bienes; antes bien les permitió hacer compras

y

adqui–

siciones en Babilonia, dexándoles vivir segun sus leyes

y

costumbres. Jpaquin, que era uno de los mas visibles

~

entre los judíos , se estableció-desde luego en

la

_ciudad,

comprando una casa que tenia contiguo un jardin deli–

cioso. Los judíos iban frecuentemente á su casa , donde

les había permitido tener su consejo público

y

sus juntas.

No había ·mucho tiempo que los judíos habian form<\–

do su comunidad

y

su policía en el país de su cautivi–

dad, cuando permitió Dios por la castidad

d~

Susana,

que pasaba por la mas hermosa de las mugeres, pero

que todavía era mas virtuosa que bélla, fuese puesta

á

la prueba mas ten:ible. Se habian puesto aquel año por

jaeces dos viejos, de quienes el Señor quiso hablar, cuan–

do dixo:

Que ltz iniquidad salió de Babilonia por unos vie–

jos, que eran jueces,

y

que · parecía conducian

y

goberna–

ban el pueblo.

Estos viejos iban de ordinario á la casa de

J

0aquin, adonde todos

}os

que tenian negocios ó causas,

que juzgar, iban á buscarlos. Despues del mediodia, cuan–

do ya el pueblo se babia ido, Susana tenia la costumbre

de irse

á

pasear al jardin de su marido. Los dos vie–

jos viéndola entrar en él todos los días., se prendaron de

su extraordinaria belleza, y concibieron .una ardiente pa–

sion por élla: esta pasion se hizo en poco tiempo tan

viol~nta,

que les perturbe& la razon., desterró ,.de éllos to–

do el t€mor de Dios,

y

les entregó á los deseos mas cri–

minales, y á los últimos excesos de que es capaz una in–

fame pasion: entrambos estaban igualmente heridos del

amor de Susana;, sin atreverse

á

comunicarse su pasion,

y entrambos tambien observaban y aguardaban el medio

y el tiempo de encontrarla sola. Un dia, habiéndose pa–

sado algun

tiempo .,

dixo úno á ótro, con el fin de que

se fuera: Vámonos á casa, que ya

e~

tiempo de comer;

pero no bien se habían separado para irse cada uno

á

su

casa, cuando retrocedieron entrambos,

y

quedaron muy

sorprendidos al verse úno á ótro

á

la puerta. Entonces

confesaron úno

á-

ótro su criminal pasion,

y

tomaron en -

tre sí las medidas que les parecieron mas convenientes pa–

f

a satisfacer sus brutales deseos luego que pudiesen co–

gerla

á

solas.

La ocasion se presentó bien pronto, tal como la de-