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191

que las prácticas supe_rsticiosas de vuestra falsa religion ,

y

las ceremonias judáicas, aunque santas, deben cesar pa–

ra dar lugar al solo verdadero culto. La verdad ya á slfbs–

tituirse al error,

y

la luz á las sombras. Las observancias

exteriores del judaismo van á

convertir~e

en un .culto- in–

terior

y

espirimal, que no estará ligado ni al lugar ni

á ·

los templos: se podrá adorar

á

Dios en todas partes, con

tal que se le adore

~n

espíritu

y

en verdad: quiere decir,

con tal de que no se haga consistir todo el

cul~o

que se dé

á

Dios, y todo el espíritu de la re1.i-gion en puras ceremo.:

nías exteriores, pues aunque son santas y aun necesarias;

pero 'el mérito del culto se toma del espíritu y del cora–

zon con que _se tributa, y este culto no está ni ligado á un

lugar.,, ní ·.envuelto en figuras: debe ser puro, afectuoso.,

desintere~;ido·,

religioso ., since_r<?;

y

como Dios es espíritu

pide un cylto verdadero

y

esp1ntual.

-

Mientras que el Salvador revelaba tan grandes miste–

rios

á

la Samaritana , su gracia adelaptaba mucho ·en

~ti

corazon el milagro de su con.version: estaba embelesada

y

tambi~n

movida del razonamiento del Salvador; pero to–

davía rehusaba rendirse

á

los convites y solicitaciones de

la

gracia;

.y

no sabiendo qué responder., apela al Mesías.,

quien enseñará por

cuál~

las dos naciones está ·la verdad.,

y

dirá lo que se debe hacer. Entonces el SalvadoP vién–

dola en una tan santa disposicíon, la dixo: He aquí al Me–

sías

que esperais, yo soy el que habla contigo.

Apenas hubo dicho esto cuando llegaron sus . discípu–

los, los que se sorprendieron de verlo conversar con una

rnuger; pero no se atrevieron

á

· preguntarle el asunto- de

la conversacion. No bien hubo el Hijo de Dios declarado for–

malmente á la Samaritana quién era, cuando infundiendo

la fe de

su

l~z

en su espíritu., y triunfando la gracia de

· sil

corazon, .dexa allí su cántaro, corre

á

la ciudad , y se

pone á gritar en todas las calles:

Venid

á

ver

á

un hom–

bre que me ha dicho cuanto he hecho:

no

puede menos

de

ser -CristQ ,

no

hay duda que es el Mesías que esperamos:

él

es

e

l mism

o:

/9

que me ha dicho me hace conocer

lo

que es.

Di.xo

de

é~

tantas cosas, que dió ganas

á

muchos

de ir á ver á este hombre extraor.dinario. Entretanto los

discípulos, que sabían que su Maestro estaba fatigado y des–

fallecido, le rogaron que comiera; pero les respondió, que

DE

COA~ESMA.