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DE CUARESMA.

la

pÍenitud de

l~s

dones

celest~~les

que

no~

tiene prepara -

dos. Esta muger, ql}e

recono~10

en su ves

tido y en s

u len–

guage que el SeñQr era judío, se mostró

admire.da

de su

petidon. ¡Cómo, le respondió, tú que ere

s judío, me

pides·

de beber? iNo sabes que no hay comunicacionalgunaentre

las dos

naciones~

No lo ignoro, replicó el Hijo de_Dios,

pero tú ignoras quién es el que te habla: si supieras quién

es

el que te piae agua de este pozo, quizá ya tú le hubie–

ras rogado que te diera otra agua vi va, de la que él mis–

mo es la fuente. Esta respuesta la sorprendió. Señor, re–

plicó élla,

i

qué quieres decir con

' esto~

i

cuál es es,a agua

viva que me prometes, y dónde está la· fuente? Esta de

aquí es excelente, y no

fa:

hay tan bu_ na en todo el con–

torno. -iPor ventura eres tú mas 'poderoso que puestro 'pa–

dre Jacob, de quien nosotros somos herederos? El fue quien

hizo cavar este pozo para sus hijos

y

para sus ganados:

sabemos cuánto estimaba esta agua.,

y

que no bebía de

ótras. Los samaritanos eran extrangeros á la .raza de Is–

rael., siendo un pueblo agregado

á

diversos ·

pais~s.,

que

Salmanasar trasplantó á la Samaria. Se lisonjeaba, no obs-

. tante, descender de

J

acob; pero los judíos los miraban co–

mo

á

geñtiles, que habían juntado las

superstic~ones

paganas con las ceremonias judías: Viendo Jesus que esta

muger estaba ya dispuesta á esc1:1charle., empezó con su

dulzura ordinaria

á

instruirla. El que bebiere de la qgua de

este pozo, respondió, solo apagará su sed por algun tiem–

po; pero los que bebieren del aguá que yo les daré, no

tendrán jamás sed , y esta agua se hará en éllos una fuen–

te de agua viva, que saltará hasta la vida eterna. De este

modo el Salvador , siempre admirable en la conversion de

lps pecadores, se acomoda al espíritu y aun

á

las ideas

groseras

y

mater_iales de esta muger. La espera cerca del

pozo, donde sabia muy bien q_ue iria á sacar agua: no

la pide de beber sino para trabar conversacion con élla:

toma ocasion de lo que élla, le dice para desenvolverle,,

poco

á

poco los mas grandes misterios,

y

la obliga in–

sensiblemente á que le pida se los explique, haciendo na–

cer en élla el deseo de aprenderlos.

Señor, respondió la Samaritana, confieso que el agua

de que me hablas, vale mas sin comparacion, que todas

las nuestras: dame, pues, de élla para que no tenga ne-