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DE CUARESMA.

s

bre su cuerpo algunos rayos de la gloria

que

gozaba su

af–

ma. Su rostro

y

todo su cuerpo aparecieron entonces mas

re plandec.ientes que el sol;

y

sus vestidos mas hermosos y

blancos que la nieve. El resplandor que salia de todo

su

su cuerpo tenia tal actividad, que deslumbró

á

los apósto–

les, de modo, que no pudiendo soportarlo sus ojos, se arro–

jaron

á

tierra con la boca y cara hácia abaxo. Parecia que

todo el sol habia baxado á la cima del monte,

y

si hubie–

ra sido de noche, el resplandor del cuerpo de Jesucristo

la

hubiera convertido en el mas claro dia. La transfigura–

cion del Salvador fue como el preludio de la gloria con

que habia de ser glorificado poco tiempo despues; y el tes–

timonio que en este día dió el Padre Eterno de la divini–

dad de su Hijo, en quien tiene todas sus complacencias,

hizo que este misterio .fuese uno de los mas interesantes

y

de mayor instruccion de la religion cristiana.

~

Santo Tomás prueba que era conveniente que Jesucris–

to se transfigurase para afirmar la fe

y

la esperanza de los

apóstoles. Una y otra virtud debían ser puestas

á

pruebas

extrañas

á

vista de los oprobios, de los tormentos y de la

muerte ignominiosa del Salvador. Los apóstoles antes de

la venida del Espíritu santo solo tenían una idea confusa

y

grosera de la religion. Su fe era bastante imperfecta,

y

no menos débil su esperanza. Los milagros que hacia el

Hijo de Dioses verdad que eran un poderoso motivo de cre–

dibilidad; pero en fin, un Moyses, un Elí<J,s,

y

tantos otros

profetas habian hecho, sin ser Dios, iguales milagr9s: era

mfnester, pues. alguna cosa mas extraordinaria, que fue–

se una prueba visib)t de su divinidad,

y

que les diese una

idea mas cabal de la eterna bienaventuranza, que debia ser

la recompensa de su fidelidad;

y

esto

es

lo que se encuen–

tra

y

se ve visiblemente en

la

transfi.guracidn del Salvador.

Jesucristo, dice san Juan Damasceno, tomó

á

san Pe–

dro consigo cuando iba

á

transfigurarse, porque debia

ser el pastor de la Iglesia universal, y habia

ya

confesado

la

9-ivinidad del Salvador, siguiendo las luces que babia re–

cibido del Padre Eterno. Tomó

á

Santiago, porque

debia

ser el primero de los apóstoles que sellase con su sangre,la

divinidad de su maestro. Finalmente tomó

á

san Juan, co–

mo el que entre los evangelistas debia publicar de un mo–

do mas

claro

y

mas

eminente

su

divinidad:

In principio

Torn. 11.

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