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t3S
LUNES
TERCERO
los mas fervorosos ' las exenciones' las predilecciones re–
caen de ordinario sobre los .imperfectos. ¡Cosa extraña!
cada uno se.cree con
der~cho
para exercitar la v.irtud de
un
hqmb~é
de bien;
no
hay l:ln0, .aun entrando ell' ,mas vil
de esos censores libertinos
~
que.no_se tome ·1a libertad de
pac~r
prueba d.e su virtud.
. ·•
.
Se
pesan todas las palabras, se cr1ttcan todas las acc10-
nés, se interpretan las inte,!1ciones, se juzgan hasta los
pensamientos de los fervorosos, mientras
que
á los
im- .
· pétfectos todo se les pasá, todo se exagera, nada
s~
le per–
dona á una persona devota. E sta dúreza no
de~a
de sen–
tirse: pero hazte cargo que nada. contribuye tanto
á
la per–
feccion de una alma piádosa como los cuidados
vivos
que
se tornan tantas gentes de no dexarla pasar nada. Se hace
mal en mirar esas persecuciones dqmésticas, esas contra–
dicciones como obstáculos molestos que hacen mas malo
el
camino de la virtud. Son espinas, es verdad;
peto
es–
pinas que sirven de cercas,
y
qtre alejan todo lo que es
contrario,
y_
puede dañar á la
devocion~
. .Nunca José hubiera llegado
~
ser la segunda persona
de
Egiptó, si
sus
propios hermanos no
lo
hubieran per- -–
seguido. Las virtudes brillantes
y
aplaudidas son de or–
dinario muy superficiales y poco s6lidas. Los climas donde
reyna una primavera eterna, no son fecundos sino en flo–
res
y
-en hojas.: los inviernos
mas
largos son por lo comun
seguidos de gra·n copia de frutos.
i,
Querémos comprender
el
valor
y
el
mérito de es- ,
tas
pequeñas
cruces~
No perdamos
de
vista nuestros mo–
delos.
i
Qué santos ha habido sin
pérsecuciones~
i
qué
al–
ipa
fervorosa que no haya visto trastornársela mil veces
sus
proyectos·~
Aquellos héroes cristianos, de que el mun–
do no era digno.,
fue~gn
todos maltratados. Alegráos,
di–
ce el Salvador, cuando vuestra suerte es semejante á la
suya; porque estas pruebas, estas cruces son prendas se–
guras de una recompensa eterna.
¡Qué poco
h~
comprendido hasta ahora, Dios mio·;
un
misterio de tanto consuelo! ¡cuán dignos de lástima so–
mos cuando sornos del gusto de los mundanos! No,
Señor~
ya
no
miraré estas contrariedades, estas pequeñas persecu–
ciones que me suceden como desgracias. Haced por vueS-–
tra gracia.
q}le yo
haga un santo uso de éllas en adelante.