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I
, D:T~
CUARRS:MA.
ser
sólidamente
devoto, nin.guna cosa es mas ventajoc;a pa–
ra las
gente~
1
c\e .bien, qqe esta multilud de contradiccio–
nes;
nicguna
cosa les
es. m~s
saludable. Sirven de triacct
comTa.elveneno
del
.am<'>:r
prop-io.
Nada contribure mas'
á
debilitar' y
i
amortiguar las pasjones.
·
:
.'
El r emed io es amargo,
es
verdad; pero es eficaz.
Es
cosa dura ser el blanco
de
la malignidad del corazon hu–
mano, y de
la
zumba y murrnuracion.
Si
entre todos los
pa rcidos que hay.que
tomar ~
el de la virtud fuera el mas
malo,
i
pudiera hallar mas con'fíradicciones, mas
disp:istos~
Por un
.pequeño
número de personas de juicio que alaban
tu
rern:ucion y aplauden secretamente
tu
elecc ion, ;cuán–
tos injustos censores, cuántos rnalign·os críticos que inter–
pretan siniestramente tus mejores acciones , y que quieren
que
la
ligereza,
td
despecho, un reves de fo rtuna,
Ja
vani–
dad, la desesperacion, sean siempre el motivo pf indpal
de
tu
reforma! Lo mas extraño es, que
fah.a
poco para
que no se atribuyan
á
la devocion todos lo males
d e
la vi–
da. Sabemos que los amigos
y
la rnuger de J ob atribuían
á
la piedad -de este .santo hombre una parte ·de las desdi–
chas que
lé
habi·an suodido.
A la
vida uniforme, á la exac- ·
ta
probicfad.
á
la frec uencia
en
meditar, se atribu yen to–
d as las. enfermedades de aquella persona , m ientr as que
los mundanos gastan y arruinan su salud con una conri–
nuacion pesada de contiendas, de fati gas , y con toda es–
pecie de excesos,
y
nadie dice palabr a. No hay que ad–
mirarse ,
tl
mundo
no ·ama
si.nolo que es suyo, y aborre–
ce
á
t e.dos
los
que
no son del mundo. E sas contrad1ccio- ·
nes
ha cen el elogio
de
la
p.eronas vir tuosas.
El
cr iado no"
es mayor que su amo.
Si
Jesucri sto
fue el
blanco de la
contradíccion,
i
qué si ervo de Dios estará exento de
élla'?
¡Qué poco
he
compren.dido, y aun menos he tomado el ·
gusto,
Dios mio ,
á
este misterio!
PU N TO SEGUN .DO.
Considera
qu~
la p iedad de las gentes de bien no solo tie- '
ne que sufrir de parte de lo libertin9s: para pur ifi ar la vir–
t ud de sus siervos permite D ios q ue sea exercitada por aque–
llos mi mos que debían ser sus admirador es, ,
us
prot ectores
Y sus modelos. Los privilegios no son p or lo comun para