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8

DOMINGO SEGUNDO

"hacerlo;

pero especialmente los exhorta á vivir castamen

"te,y

á

evitar

toda suerte de inmundicias

é

impurezas.

RE F LE XI O N E S.

La

voluntad del Señor es que seais santos.

Dios

quiere que

seamos santos.

i

Y quién tiene la culpa que no lo

seamos~

Es indispensablemente necesario que dos voluntades con–

curran á hacernos santos. La de Dios, sin cuya gracia ja–

más podremos salvarnos; y la nuestra, sin la cual jamás po–

dremos obrar nuestra salvacion. Todos fueron convidados

á

la cena del padre de

famili ~ s;

ninguno de los que se

~xcusaron

se encontró en élla. Dios á nadie hace violencia:

no da el paraiso sino á los que lo quieren: solo quiere en su

servicio gentes que le sirvan por amor. Desde que crió Dios

las cri aturas racionales las dexó libres, sobretodo en pun–

to de salvacion. Habiéndolas dotado de conocimiento. de

discernimiento,

y

de una fuerte é inseparable inclinacion

á

ser dichosas, qui so que lo fueran: se contentó, dice el

Sabio, con presentarlas el agua y el fuego, la

vi~a

y la

muerte, una bienaventuranza eterna y una eternidad des–

venturada, dexando á su arbitrio la eleccion.

i

Y habia que

temer que se hallasen confusas

y

perplexas en lo que debian

elegid ique ni aun la había de pasar por el pensamiento

el deliberar un punto sobre esta eleccion? ¿que amándo–

nos naturalmente tanto como nos amamos, nos pudiéra–

mos engañar sobre este punto?

z

Podia Dios asegurar mas

bien Ja sal vacion eterna de unas personas libres, que ha–

ciéndola depender de su eleccion? Hubiera sido arriesga–

do, lo confieso, hacer que nuestra sal vacion dependiera

del mejor de nuestros amigos, del mas afecto de nuestros

parientes, de una madre, de un padre el mas tierno: el te–

mor hubiera estado bien fundado; porque, en fin, en la

amistad mas bien cimentada ha

y

intervalos de frialdad, ha

y

sus altos

y

baxos: no se puede contar sobre nada: no hay

un punto fixo en que se pueda estribar, cuando hay que

contar con el capricho, con la voluntad, con el humo1·

de ótro. ?,Pero al mismo tiempo podía Dios hacer que nues–

tra sal vacion fuera menos incierta, que haciendo él mismo

todos los gastos,

y

haciéndola depender de nuestra sola vo–

luntad~

Sin

embargo, la

qrnsa

de malograrse el importante