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I
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MIERCOLESuTERCERO
blo con las palabras
de
Móyses, vuelve éste
á subir á
lo
alto del monte hasta la nube espesa é inflamada en que
Dios le hablaba. Entonces el Señor le dixo: Esto dirás á
mi pueblo: ya habeis visto la
magest~d
coa que Dios os
ha hecho oír su voz: ved aquí 'lo que os manc!.i, ·so pe–
na
de caer en desgracia suya: No haréis ídolos de oro ni
de plata, solo sí me erigiréis un altar de tierra; esto es,
hecho de céspedes, sobre el cual me ofreceréis vuestros
holocáustos, vuestras hóstias pacíficas, vuestras ovejas
y 'vuestros bueyes en todos los lugares consagrados á la
memoria de mi nombre; quiero decir, que estaran desti–
nados y consagrados á mi gloria. Antes de la fábrica, así
del tabernáculo, como del templo, queria Dios que se le
ofreci.esen sacrificios; pero siempre en lugares y sobre al–
tares consagrados á este solo uso de religion,
y
de nin-
gun modo en lugares profanos.
.
El evangelio que s·e lee en la misa de este dia, y que
ha dado motivo
á
la eleccion que la Iglesia ha hecho de
esta epístola, es del capítulo
1
s
de san Mateo.
Habiendo res.uelto los escribas
y
fariseos quitar la vi–
da al Salvador, lo observaban malignamente para ver si
podian descubrir en él ó·en sus discípulos alguna cosa de
que acusarlo: habia casi tres años que le seguian á todas
·partes,
y
no habian podido descubrir ni en su doctrina,
ni en sus costumbres cosa digna de reprension. Habién–
dosele
junta.doalgunos en Galilea, adonde se había reti.
rado al salir de Jerusalen, tuvieron la avilantez de pre–
guntarle, .por qué sus discípulos no se lavaban las manos
antes de ponerse á la mesa. Se habian introducido entre
los judíos de padres á hijos ciertas observancias supers–
ticiosas, de las cuales eran mas religiosos observantes que
de la ley: como eran; no atreverse á ponerse á la mesa
sin haberse lavado la manos muchas veces, y aun los bra–
zos hasta el codo: meter en el agua frecuentemente laa
copas en que habían de beber, los jarros de CQbre y las
<lemas vasijas, hasta lavar los asientos en que habian es–
tado durante la comida. Los fariseos hacian consistir lá
pureza
y
la santidad en estos lavatorios exteriores, al pa–
so
que ·su alma estaba manchada con los mas negros de–
litos y abo.minaciones. Distinguian dos suertes de leyes:
la ley escrita, que se les daba poco violar, y la tradi-