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I

,

158

MIERCOLESuTERCERO

blo con las palabras

de

Móyses, vuelve éste

á subir á

lo

alto del monte hasta la nube espesa é inflamada en que

Dios le hablaba. Entonces el Señor le dixo: Esto dirás á

mi pueblo: ya habeis visto la

magest~d

coa que Dios os

ha hecho oír su voz: ved aquí 'lo que os manc!.i, ·so pe–

na

de caer en desgracia suya: No haréis ídolos de oro ni

de plata, solo sí me erigiréis un altar de tierra; esto es,

hecho de céspedes, sobre el cual me ofreceréis vuestros

holocáustos, vuestras hóstias pacíficas, vuestras ovejas

y 'vuestros bueyes en todos los lugares consagrados á la

memoria de mi nombre; quiero decir, que estaran desti–

nados y consagrados á mi gloria. Antes de la fábrica, así

del tabernáculo, como del templo, queria Dios que se le

ofreci.esen sacrificios; pero siempre en lugares y sobre al–

tares consagrados á este solo uso de religion,

y

de nin-

gun modo en lugares profanos.

.

El evangelio que s·e lee en la misa de este dia, y que

ha dado motivo

á

la eleccion que la Iglesia ha hecho de

esta epístola, es del capítulo

1

s

de san Mateo.

Habiendo res.uelto los escribas

y

fariseos quitar la vi–

da al Salvador, lo observaban malignamente para ver si

podian descubrir en él ó·en sus discípulos alguna cosa de

que acusarlo: habia casi tres años que le seguian á todas

·partes,

y

no habian podido descubrir ni en su doctrina,

ni en sus costumbres cosa digna de reprension. Habién–

dosele

junta.do

algunos en Galilea, adonde se había reti.

rado al salir de Jerusalen, tuvieron la avilantez de pre–

guntarle, .por qué sus discípulos no se lavaban las manos

antes de ponerse á la mesa. Se habian introducido entre

los judíos de padres á hijos ciertas observancias supers–

ticiosas, de las cuales eran mas religiosos observantes que

de la ley: como eran; no atreverse á ponerse á la mesa

sin haberse lavado la manos muchas veces, y aun los bra–

zos hasta el codo: meter en el agua frecuentemente laa

copas en que habían de beber, los jarros de CQbre y las

<lemas vasijas, hasta lavar los asientos en que habian es–

tado durante la comida. Los fariseos hacian consistir lá

pureza

y

la santidad en estos lavatorios exteriores, al pa–

so

que ·su alma estaba manchada con los mas negros de–

litos y abo.minaciones. Distinguian dos suertes de leyes:

la ley escrita, que se les daba poco violar, y la tradi-