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(
DE CUARESMA.
son a. Les habló con tanta gracia, dulzura
y
efkacla, que
todos estaban como fuera de sí;
y
confesando que nadie
l:iabia hablado jamás como él, se decian los únos á los ótros:
iNo es éste el hijo de
José~
Pero todavía se pasmaron mu–
cho mas, cuando tornando ocasion de lo que acababa de
.decirles, comenz6 á
descend~r
á
una e,numerací on de co–
sas que les desagradaban,
á,
,reprenderles sus vicios,
y
á.
exhortarlos
á
la práctica de ciertas virtudes que les eran co·
mo desconocidas: Sin duda me diréis, añadió, lo de aquel
proverbio:
Médico, cúrate á
ti
mismo.
No te dexes morir
tú
que das la salµd á los ótros. Hemos oido hablar de las
grandes maraviUas que has hecho en Cafarnaum: wor qué
no haces aquí otras
s~mejantes ~
iPºr ventura pesan mas en
tu estimacion los extrarigeros que los de tu pais
~
i
mas Ca–
farnau m que Nazaret, que debes mirar como patria
tuya~
Nadie se había atrevido á hacer estas reconvenciones al Sal·
vador; pero este Señor, que penetraba hasta
el
fondo de los
corazones, los previno, haciéndoles ver que conocia per–
fectamente sus mas p(ofUF1dos sentimientos
y
sus mas se–
cretos pensamientos. Hubiera hecho en Nazaret tan gran–
des milagros , como los que habia hecho en Cafarnaum, si
hubiera encontrado en sus moradores las mismas disposi–
ciones,
y
la misma docilidad que en esta ciudad extrangera:,
Non fecit ibi virtutes multas,
dice san Mateo,
propter
fo.
credulitatem eorum.
Hizo allí pocos milagros por motivo de
su incredulidad. Como los moradores de Nazaret lo habian
visto entre éllos desde su niñez, no lo miraban sino como
á
hijo de un pobre artesano,
y
no dában crédito á sus pa–
labras, ni tenian fe en sus milagros. A este modo sucede
muchas veces que los sacerdotes, las personas religiosas,
bs gentes de iglesia, acostumbradas á los mas santos
y
ma-s
tremendos misterios,
y
á las verdades mas terribles de la
religion , se sienten menos movidas, tienen menos devocion
y
nenos fe que los seglares: siempre se ha observado que
el Señor hace menos milagros en favor de aquellos que es–
tan faltos de dispo iciones.
A
este proverbio :
Medico
,
czírate
á
ti mismo
;
en el
cual pensaban todos
los de la junta, respondió Jesus
con ótro, que era comun entre el pueblo. Un profeta, les
dixo, solo está sin estimacio::: en su pais
y
en su casa.
Vue~tras
historias, añadió el Salvador, os suminis tran
Tom. II.
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