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LUNES TERCERO

taban todos los sábados en la si.qagoga á

orar

y

á

oir

leer

y

explicar

,la

sagrada Escritura. El que debía leer es-

. taba en pie, y leía en el libro que abria algunos ver–

sículos del texto sagrado, que comentaba y explicaba

despues. Jesucristo se lev antó para leer, ya sea que se hu·

biese él mismo ofrecido

á

ello, ó ya que hubiese sido con–

·vidado por los ancianos, y abrió el libro,

ut revolvit:

el tex-

to griego y latino significa propiamente desenvolviendo

y

desarrollando. Los libros de los judíos, como la mayor

parte de los antiguos, se componían de muchas hojas es–

cri tas solamente

de

un lado, cosidas únas

á

ótras por las

extremidades : estando desen vueltas estas hojas, hacían

como una larga bar.:ida qne se rollaba, y de aquí vino la

palabra

volumen ;

y así como nosotros abrimos un libro

para leerlo, los antiguos lo desarroll aban. El órden que

se guardaba en esta suerte de asambleas ó juntas era,

que tres personas de diferentes clases leían en presencia

de todos algunos capítulos de la Escritura.

El

primero

que leía era un sacerdote, el segundo un simple levita,

y

el tercero un lego. Como Jesu.cristo no era sacerdote

ni levita, segun el órden de Aaron , como lo eran los

judíos que descendian por línea masculina de estos dos

patriarcas, solo en la calidad de lego se levantó,

y

se ofre–

éió

á hacer la lectura.

El libro que se le presentó fue, segun el uso del tiem–

po , una especie de rollo , donde estaba escrita la profe–

cía de Isaías que se leía entónces; pero corno nªda le su–

cedia casualmente . habiendo abierto el libro, cayó sobre

un pasage de este Profeta, que le tocaba personalmente,

cuyo ·sentido es éste :

ce

El espíritu del Señor está sobre

,, mí; porque me ungió con

él,

me ha enviado á pred·i–

'' car el evangelio á los pobres, á curar á los que tienen

,,el corazon oprimido de tristeza , á anunciar á los cau–

,,tivos la libertad, y la restauracion de la vista á los cie–

" gos, á librar á los que padecen opresiones,

y

á publicar

"la feliz llegada del· Señor,

y

el dia en que se hará jus–

" ticia." Todo el mundo lo miraba y le escuchaba con

admiracior.:i. Como vió' que todos tenían puestos los ojos

en él, tomé> la palabra; y habiendo vuelto el libro, les

· hizo ver claramente que había llegado el tiempo de cum–

plirse esta

profecía, y que se cumplia en. su

propia per·