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12

DOMINGO TERCERO

comprender que habia muchos si glos que el demonio ha–

cia todos sus esfuerzos para hacerse dueño de un pueblo que

era el único que profesaba la verdadera religion, el único

que no estaba sujeto á sus leyes , el único que no e taba se–

pultado en las tinieblas de la idolatría: que lo encontró bas–

tante adornado; pero que en castigo del desprecio que ha–

cian de su Salvador, iban á ser abandonados

á

las potesta–

des del infierno, las que apoderándose de éllos,

y

emplean–

do nuevas fuer zas para conservar su conquista, iban á ha–

cer aquel pueblo tamo mas infeliz, cuanto ha ta entonces

había sido mas amado

y

mas favorecido de

Dios.

i

Pero

quién no ve tambien en la misma parábola el verdadero re–

trato de esos reynos desventurados, de esos pueblos que el

cisma

y

la he regía han separado de la Iglesia? Sepultados

en otro tiempo en las tinieblas del paganismo, la fe cris–

tiana los había alumbrado,

y

los había dado á conocer al

verdadero Dios,

y

habiendo roto la gracia sus cadenas,

habían sido admitidos en el seno de la Iglesia. En vano hi–

zo el demonio los mayores esfuerzos para volver á hacerse

dueño de éllos: desesperab(!. poder con eguir su intento, no

viendo en sus habitantes sino inocencia, pureza de costum–

bres, devocion , fervor , penitencia: ¡qué de grandes san–

tos en Inglaterra! ¡qué inocencia ! ¡qué devocioAen to–

dos los pueblos del Norte! ¡qué zelo, qué piedad, qué ad–

hesion

á

la Iglesia de Jesucristo en toda la Alemania!

Sco–

pis

rnundatam et

ornatarn.

El espíritu de tiniebla fue

á

bu -

car otros siete e píritus peores que él: el espíritu de error,

el espíritu de libertinage, el de independencia, el de sober–

bia, el de indocilidad, el espíritu particular, el espíritu de

divi sion

y

de cisma;

y

habiendo entrado en estos reynos,

hasta entonces tan fér tiles en virtudes

y

en santidad, todo

lo han talado, todo lo han a olado,

y

con mano armada

se han establecido en éllos:

Et fiunt

novissima pejora prio-

1·ibus ,

y

la he regía ha hecho que el estado actual de estos

pueblos desventurados sea p or que el antiguo.

Los fari eos

y

lo docto res

d~

la ley oían

á

Je ucri to

sin dec ir palabra, porque no ab ian qué responder; pero

no rebaxaban nada de su orgullo ni de u obstioacion: cuan–

do una

imple muger, mas i llu trada que éllos, levantó su

voz en medio del concur o embelesa o de la docLrina del

S lvador,

y

exclamó :

Dichoso

el vientre que te llevó,

y