DESPUES DE
P~NTECOSTES.
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falta de tiranos, lo es de no,otros nuestro propio corazon,
nuestra imaginacion ,
nue~tro
espíritu.
Un a
varo es po–
bre en medio de sus
tesoro~.
?,
Un ambicioso estuvo jamas
contento con su elevacion
~
La
soberanía tiene sus altos
y
sus baxo ,
y
el cetro sus cruces
y
sus espinas. Ningun
dia
hay
sobre la tierra sin alguna turbadon , hasta los
mas serenos se
ven
turbados freqüentemente por borras–
cas
y
tempestades que no se esperaban. La calma no es
fruto nativo de esta vida; en todos Jos sexos, en todas
las edades,
y
en
todas
condiciones hallgmos un fondo de
inquietud,
de
penas, de enfermedades
y
de
pesadumbres.–
CjUe
nos humilla. Todo esto ·es una prueba necesaria, es
efecto pror
·o de
nuestra nada. Despues
de
esto, i,podernos
~ ·
.•r
la menor pena
en
humillarnos
baxo
la poderosa
1
nano de
Dios~
Ay!
demasiada pena, demasiado trabajo
¡nos cuesta esta humillacion ,
y
esto es lo que debe
hu–
"uillarnos mas. Nuestra soberbia nativa es una de nuestras
1
1
as sensibles humillaciones. Ninguna cosa prueba mejor
pobres, lo flacos, y lo miserables que somos. Nos reí–
mos quando vemos un mono vestido de héroe, gemimos
uando vemos
a
·un moribundo que no cesa de decir que
e va bien, tenemos lástima de un hombre vil que se ima–
gina ser un gran príncipe. Toda la prudencia está propia–
mente en ser verdaderamente humildes.
El evangelio es del tapíiulo
1)
de San Lúca1.
lt.
illo témpore
:
Erant ap!ro–
pinquánt es ad Jesmn publicáni
8
¡
1ccat8re1
,
ut
audirent
it–
lum
:
Et murmurábant phari–
stei
B
J :~ibte,
dicentes: Quia
hic peccalt..·es f'écipit,
B
man–
dúcat cum ili:
- :
Et ait ad
illos
par
.ibolam
istar.
,
dicens:
Qui!
ex
vobis horno,
qui habet
cen–
tum ()'Ves,
S
si perdíderit unam
ex
itlis
,
nonne
dimfttit
nona–
etn.tanovem in desirto
'
éB ... . -
dit ad iilam
,
qute
perierat,
do–
ne
invéniat eam
~
Et cum in-
1Jénerit eam, impónit in húme-
ros
En
aquel tiempo: Se Jleg.aban
a
J
esus los publicanos , y pecado- .
res para oirle ,
y
murmuraban
los
fariseos ,
y
los escribas di–
ciendo : Este admite
a
los
pe–
cadores ,,
y
come con ellos.
Y
él les contó esta parábola di–
.ciéndo :
i
Que hombre
de
voso–
tros , teniendo cien
O\
e}as ,
y
perdiendo una , no dexa
las
no–
venta
y
nueve en
el
desierto ,
y
va
a
buscar la que se babia per–
_iido hasta encontrarla
1
Y
en
ha1;ándola , la pone sobre
sus
hombro~
1JV'ZOSO ;
y
VO
¡
ndo
a
ca-