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DE QUARESMA.

29

refiere despues muchos hechos , que muestran el orgullo

desmedido

de

los escribas

y

fariseos : ellos afectan un

ex·

terior religioso,

un

ayre devoto, una apariencia de auste-

.ridad,

y

ocultan baxo este sepulcro blanqueado un cora-·

zon corrompido

y

una alma la mas negra : no buscan

si–

no como engañar al público con unas singularidades es–

tudia .fas ; quieren ocupar los primeros puestos,

y

ser tra·

tados como maestros,

y

su orgullo afecta sobresalir' en to·

das p artes. Por lo que á vosotros toca , tomad siempre el

último lugar, poned toda vuestra gloria en pasar por los

últimos

de

mis criados. Despreciad todos esos

ulos de

bon

r,

que no dan jamas mérito

á

nadie: no tengais otra

ambicion que

la

de ser hijos de Dios ; y sostened esta

qua–

lidad

con la pureza de vuestras costumbres:

Vosotros no

teneis mas que un

padre,

ue está en los cielos.

Aprenda ·

aquí

el grande

á

no hincharse por verse en un estado supe–

rior al del pobre : sepa que es su hermano,

y

mírelo como

á

tal.

El

pobre debe aprender igualmente á no envidiar

la

suerte del grande,, pues tiene á Dios por padre del mis- .·

mo modo que

el

rico,

y

ha sido criado para gozar de la

misma herencia en el cielo : herencia que con mas

facili–

dad comeguirán los pobres,

que

los ricos :

allí ·

los prime–

rbs puestos no se dah sü10

á

!ns mas humildes;

y

para

entrar

en a ')uella region feliz es necesario haberse hecho ,

pequeños como los niños. Finalmente, el Salvador termina

su

instruccion con este oráculo, que encierra

una

verdad

pr~ctica

,

·C) ue

si~ve

de

bas.a

á

to "

vírtud~s

cristianas;'.

y

es,

que

el

que

se

ensalza

será

hum

ti

ado,

y

el.que

s.e

hu–

milla

será ensalzado. El polvo no

se

levanta, sino pa,ra·

caer ;

y

solo

se

levaQt

qu ando

se

pisa,

y

se

lleva

ent re

los pies.

El

orgullo

...

l

mayor enemigo de nuestro

sosie-

go, el mayor tirr

del

cor azon humano: no nos solit ita

á subir muy arr·

, sino para que demos may0res caídas•

. No hay verd?

~ ro

mérito,

y

por consiguie'nte verdadera

glor ia,, sino

..

la humi ldad.

·

.

,

I

~

La

oracion

dé la misa es la síguiente.

Pérfice

quauumus

Dómine, be–

nlgnus

in nobis observántice

sanct

subsJ.dium

;

ut

c¡uce

te

auc-

Continuad , Señor ,

en darnos

por

vuestra. bondad Ja asfareocia

que

necesitamos ,

para obse rva r

per-