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I

TERCER M!ERCOLES

jo de manos, la oracion, la leccion, son ocupaciones dig–

nas

de

una persona cristiana : aborrece la ociosidad hasta

en tu descanso , en tus recreaciones , en tus visitas.

Una

labor parece siempre bien en las manos de una señora

cristiana. La rueca

y

el huso , segun el lenguage d.e la Es–

critura, entra

en

el. elogio que

~l

Espíritu santo hace de

la

muger fuerte.

Y

no se diga que la urbanidad prohibe

. esta suerte de exercicios : las leyes del siglo no pueden

abrogar _ las máximas de la piedad cristiana. Se ven se -

ño.r-as de la

primera calidad, y tambien princesas de un

mérito distinguido, que no están jamas sin trabajar en

al–

guna obrilla , en unos tiempos

y

en

circunstancias en que

personas de una baxa condicion creerian se deshonraban

ocupándose en ellas.

Per.'O

quando una persona es de cierta calidad, quan-

-do tiene cierto puesto , quando ha llegado á cierta edad

donde no

sabe

qué hacer; qué ,

i

no tiene esta perso–

na alguna obligacion

que

cumplir, alguna buena obra que

.

prácticar, alguna oracion que

hacer~

i

Es posible que ha–

ya

pobres enfermos en los hospitales, pobres vergonzan--

, tes en las casas, desventurados en las

cárceles~

i

Es

po–

sible

que

jesucristo esté dia

y

noche sobre nuestros altares,

y

que haya fieles que no sepan qué

hacerse~

Y

nora que

apuradamente no sabemos qué hacer quando tenemos- mas

tiempo para amar á

Dio~

y

para honrarle; pues quando

estamos cargados de negocios tem-porales, quando pasa–

mos todo

el

día en vanas djversiones. quando se trata

de ofender á Dios

y

de i>erder nuestra alma , jamas

no~

cansamos, nada nos molesta ni nos enfada, jamas nos so–

bra el tiempo. Evita, pues, con horror la ociosidad: haz

que todos tus dias sean dias llenos.

~uida

tambien que hasta

tus recreaciones necesarias

no

estén vacías : acompáñalas

siempre de algunos exercicios

ó

prácticas de piedad.

Si

'vas

á

hacer visitas, empieza haciendo una á Jesucristo sa–

cramentado: una leccion edificante alimenta el alma: la

visita de los pobres de la cárcel

y

de los enfermos

dd

hospital mueve la caridad. Es

una

ocupacion muy dig–

na de una señora cristiana emplear su tiempo

y

sus ma–

nos en trabajar para los pobres. Nunca se está ocioso quan–

do

se

conoce el precio del tiempo : un verdadero cristia-

no

no

sabe lo que es ociosidad.

.

-

.

JUE-