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AÑO CHRISTIANO.

g ntílica superticion

y

el crédito

de

su persona si los

San–

tos permanecían mas tiempo en el fuego. Mandó que los

sacasen incontinenti, y que

se

los traxesen delante. Luego

que se los traxéron ' comenzó

a

mirarlos por todas partes,

incrédulo todavía de lo que

le

habian contado; pero

lue–

go que

sus

ojos examináron

a

toda su satisfaccion

a

los San–

tos, vió claramente , que el fuego no les babia dañado ni

en un cabello

de

la cabeza,

y

mirándose

a

sí mismo,

ba–

xó los ojos en señal de admirado

y

de confuso.

Quién creyera que un prodigio tan maravilloso de

que

el

mismo Dion era testigo,

y

que habia causado en

él

la admi–

racion

y

la vergüenza , no le sacaría de sus errort:s ,

6

a

lo

rnénos , quién

no

esperaria que templase

su

saña,

y

que

de

allí

adelante mirase

a

los mártires de Jesu-Christo con

ojos mas respetuosos':

E.

te debía ser el efecto de lo que

Dic

1

n habia presenciado, si su entendimiento estuviera libre

de las preocupaciones de la supersticion,

y

capaz

de dexarse

herir

de

los rayos de la verdad; pero por

el

contrario, su ra–

zon ofu. cada con las tinieblas del error , miró como pres–

tigios los que eran

v

rdaderos mi lagros de

la

omnipoten–

cia ;

y

así ll eno de este brutal entusiasmo , dixo

a

los márti–

res : ó desventurados

y

miserables , en dónde habeis apren–

dido con canta perfeccion el arte de hechiceros, que hayais

podido hacer que el fuego no os haga

daño~

Ea, dexad

· ya esa

arte

mágica,

y

venid

y

adorad

y

ofreced sacrificios

a

nuestros dioses para que ellos tambien os favorezcan.

Y

tú, ó Victoria, dime, en qué teneis vuestra confianza para

persistir tan soberbios en vuestro

propósito~

Qué es lo que

decís de vosotros,

ó

qué esperais? Entónces la Santa, lle–

na

de aquella vivacidad de espíritu

y

fortaleza

que

babia

causado

en

ella el milagro del Señor ,

y

enfurecida en cier–

to modo contra la proterbia del iniquo

juez_,

respondió

así:

No te hemos dicho

ya,

espíritu inmundo, car1Jífice

y

despreciable gusano

~

qite Jesu·Christo es nue;tro padre,

nuestro señor

,

y

nuestro salvador

,

el qual nos da vic–

t oria para vencer

a

los que no le conocen,

y

para des–

preciar vuestras abominaciones, con las quales engañados

adorais

a

los falsos

dioses~

Entónces

el

presidente, aira–

do con esta respuesta , mandó

a

sus ministros que lleva–

sen

a

los dos Santos

a

la ribera del rio ,

y

atándoles

al

cuello unas grandes

y

pesadas piedras , los echasen en él

para