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NOVIEMBRE. DIA XVI{.

dos sus siervos de vuestras manos iniquas

~

Ent6nces Dion,

lleno de iq1 , mandó que separasen

a

Acisclo de Victoria,

y

que

a

ésta la ·cortasen los pechos. Executóse el bá rba–

ro decreto; y al tiempo que los verdugos hadan la cruel

operacioo, dixo santa Victoria:

Dion, de corazon de pie–

dra

e

indigno de participar para siempre jamas de la vir–

tud de Christo, mandaste que me se cortasen los pechos;

pero vuelve esos ojos y mira, para tu confusion

,

como en

·

lugar de sangre sale de ellos leche;

y

mirando la bien–

aventurada Victoria

al cielo,

dixo:

Gracias te doy, señor

Jesu Ch.risto, rey de Jos siglos, que te hf(ls dignado con–

·cederme el que en obsequio de tu santo nombre rne fuesen

cortados todos los impedimentos de rni cuerpo, porque sé

9ue

ya

ha llegado la hora en que quieres que dexe este

mundo, y vaya

a

gozar de tu inefable gloria.

Habiendo dicho esto, mandó el

pér

fid·o Oion que vol–

vie ,;;en

el

la cárcel

a

Acisclo

y

Victoria;

y

habiendo si–

do executaJo , viniéron todas las matronas que babia en

Córdoba

a

consolar

a

Victoria, admiradas de las penas

que babia sufrido : traíanla para este efecto muchos pre–

sentes

y

regalos de los bienes que poseían;

y

entrando

en

la cárcel,

la

encontráron sentada meditando en las gran·–

dezas de Dios. Postráronse inmediatamente

a

sus pies

be–

sándolos muchas veces:

la

Santa las hablaba de los

di–

vinos misterios;

y

las matronas llegáron

a

admirarse

tan–

to de

su sabiduría ,

de

su fortaleza

y

virtud, que siete

de

ellas

se convirtiéron, creyendo en el nombre

de

nuestro

señor J esu-Christo. Al día siguiente mandó el impiísimo

Dion que se los traxesen , y ternéndolos en su presencia,

dixo

a

la Santa:

Victoria ,ya ha llegado tu tiempo: acér–

cate

y

CfJnVÍértete

a

Jos dioses

;

y si as{ no lo hicieses

,

te

arrancaré el alma.

La venerable Victoria le respondió:

,Impío Dion, de hoy mas ya no tendrás descanso ni en e.ste

siglo ni en el futuro.

Oyendo esto el presidente,

y

no

pu–

diendo sufrir la injuria, mandó que la cortasen la len–

gua.

Pero la bienaventurada Victoria levantó sus manos

al cielo,

y

dixo:

Dios

y

Señor mio, criador de toda bon–

dad' que no desamparaste

a

tu sierva' mirame ahora des–

de tu santo trono

,

y

manda que yo acabe la vida en este

sitio porque

ya

es hora de que descanse en

ti.

Apénas aca–

bó de hacer esta oracion, quando se oyó una voz del cie-

lo,