Table of Contents Table of Contents
Previous Page  321 / 550 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 321 / 550 Next Page
Page Background

NOVIEMBRE. DIA XVII.

271

sabiduría de Sócrates , de Platon , de Euclídes : toda la

eloqüencia de

~icerón

y

Demóstenes; no hay duda que

qualquiera de estas bellas qualidades te hará expectable

en el mundo : pero qué será de todo ello para propor–

cionarte una felicidad verdadera

?

Respóndate la suerte

de todos estos monumentos de la ambician del hombre:

los unos muertos de envidia

y

entre la desesperacion

d~

ver sus sabidurías sin premio: otros llorando la falta

de

tierras

y

de mundo que conquistar para saciar sus ideas

- ambiciosas;

y

otros, finalmente, apurando un vaso de

ve·neno

o

traspasado el corazon

de

un

cuchillo~

te ense–

ñarán que aun en este mundo fuéron infelices. Pero con

el don ·de la fe puedes elevar tus esperanzas

a

objetos mas

gloriosos

y

que harán cierta tu ventura. Por la fe entras

en

la congregacion de los Santos, te haces miembro de

la

Iglesia militante, participas de las gracias con que la en–

riqueció

.J

esu-Chr.isto , .

y

crias dentro de . tu pecho

ur.a

fundada seguridad de que llega'tás

a

gozar las eternas

fe–

licidades. Siendo esto así, quánto

no

deberá ser tu esmero

par<i conservar este depósito como le llama San

Pablo~

Quánto no es menester prostituir las

luce~

de la razon

para dar oídos

a

las novedades

y

bachillerías de los

fi–

lósofos, despojándose en un momento del don sobrena–

tural ,

de la

fe

y

d€ sus provechosas conseqüencias

~

PUNTO

SEGUNDO.'

C

onsidera que el mayor mal con que Dios puede casti–

garte, es el dexarte correr de tal manera tras de tus

depravados apetitos, que en pena

de

tus excesos llegues

a

perder el don divino de la fe.

.

' los pretendidos sabios del mundo refie:xfonan poco so–

bre la condl:lcta que ha observado Dios siempre en cas–

tigar

a

los _pueblos prevaricadores; pero lo cierto es,

que

la historia de las di vinas venganzas pudiera abrirles los

ójos'

y

hacerles conocer los terribles peligros

a

que

les

expone su sabjduría. Aquel pueblo amado

en

cuyo

ob–

seqmo trastornó tantas veees

el

curso regular de la natu–

raleza : aquella na

ion

elegida que mereció entre todas las

dei mundo llamarse na ion

o

pueblo

de Dios, porque

a

ella le confió sus misterios

y

las determinaciones de

su

alta

sabiduría,.experimentó, en. pena de sus excesos, cas-

ti-