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NOVIEMBRE. DIA XVII.

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para que muriesen ahogados. Executóse así,

y

atadas unas

enormes piedras al cuello, fuéron echados al rio. Pero los

ángeles del Señor , .que en la cárcel les habian libertado del

hambre

y

las tinieblas,

y

en la hoguera ·habia'n hecho que la

voracidad del fuego no hiciese en ellos el menor daño, sos–

tuviéron _ahora tambien

a

los SántOS mártires, para que,

sin embargo del peso que les h,abian atado

a

los cuellos

nadasen sobre las aguas. Era un espectáculo asombroso ver

a

los Santos andar sobre las aguas del rio, como si éstas

fueran consistentes,

y

que con los semblantes llenos de

alegría, fixos sus ojos en el ·cielo, en voz clara

y

percep·

tible ot"aban

a

Dios de esta manera:

Seiior, Jesu · Christo,

rey de todos los siglos

,

que siempre estás pronto para fa- ·

vorecer

a

los que te invocan 'y nunca desamparas

a

los

que te buscan

'

asiste ahora

a

tus siervos

'

y manifes–

tando tus maravillas, haz que en esta hora

y

en estas aguas

recibamos el signáculo sagrado

:

vfsteno~

los vestidos de la

inmortalidad, pues tz't eres el mismo que anduviste sobre

las aguas del río

,y

las echaste tu bendicion, para que re–

cibiendo nosotros la lavadura de regeneracion

,

merezcamos

ser limpios de la mancha que contraximos. llústranos, Se–

ñor, con vuestra santa claridad

,y

vístenos del resplandor

de

tu

gloria para que te demos gloria

y

honor por todos

los siglos de los siglos.

Haciendo esta oracion,

y

perse–

verando los Santos sobre las -aguas sin que pudiesen re–

traerse de las orillas del rio los innumerables testigos de

aquella maravilla,

a

eso de media noche oyeron una voz

del cielo dirigida

el ·

los mártires, que decia así_:

El Señor

ha oido vuestra oracion,

ó

fidelisimos siervos suyos,

y

os

ha concedido quanto le pedísteis.

Al

tiempo que sucedian estas cosas vino una nu–

be resplandeciente del cido que se puso sobre sus ca–

bezas,

e

inmediatamente advirtiéron los san.ros mártires

que venia Jesu Christo con grande aparato de gloria ,

y

delante de él una multitud innumerable de ánge les que

le ofrecian suavísimos aromas,

y

en dulcísimos' himnos

le entonaban alabanzas. Alegráronse los Santos con tan

magnífica vision,

y

mirando al S lvador, inundados sus

corazones de alegría, dixéron:

Hijo

de_

D.fos vivo, Jesu·

Christo invisible

,

inmaculado

,

qu~

baxaste hoy de lo alto

de los cielos acompañado de tanta gloria de ángeles sobre

R 4

es-