AÑO CHRISTIANO.
su presencia ;
y
habiéndolos traído les dixo , haced lo que
os
mando ,
y
sacrificad
a
los dioses , porque de otra mane–
ra deberéis sufr!r
acer bí~imos
tormentos.
A
esto re pendió
San Aci
do:
A qué dioses nos mandas que sn.crifiquemos,
ó
Dion? Por ventura
a
A polo
y
Neptuno que son dos fa/sos
e
inmundos demonios?
o
qué dioses nos quieres ob:igar
a
adorar? A caso
a
Júpiter
•
que es el príncipe de todos los
vicios? Acaso
a
la deshonesta Vénus? Acaso al adúlte–
ro Marte? He: no quiera Dios que venerémos de ninguna
"'
manera
a
los que tenemos vergüenza de irl'Jitar. Lo que yo
anuncio al pueblo que está presente que tú has congregado en
este sitio, son los nombres de los S antos, cuya compañía es–
pero gozar en los cielos.
Porq ue ,
a
quién quieres
tú,
d Dion,
cornparar con el pr.imero de todos los apóstoles el bienaven–
turado Pedro, et qua! se llama tambien columna de ta Igle–
sia
?
Acaso quieres comparar con él
a
Apolo, que es la
perdicion del siglo? Dime, Dion,
a
quién quieres comparar
con los profetas ,y
mártires·~
Acaso a Hércules el lucha–
dor que vivió f acinerosamente
,
y cometió sobre ta tierra
los mas execrables delitos? Dime, finalme11te,
a
quién
quieres que se venere con mayor razon,
a
Diana mata- .
dora de inocentes,
ó
a
la Virgen Santa María que en–
gendró
a
nuestro Salvador y S eñor Jesu-Christo, sien–
do virgen ántes del parto,
Jl
permaneciendo siempre vírgen
gloriosa· despues . de haber: parido
?
Avergüénzate, pues,
ó
Dion,. pues no son dioses aquellos que adoras. , sino ído–
los desprecia/es, sordos y mudos.
E
ra
respuesta, que
fué
un discurso· patético
y
convincente de la fal edad de Jos
dioses , cerró la boca al presid nte ; pero encendió la
ira en su corazon ,
y
así mandó que 10s atormentasen.
A
San Acisclo mandó que le azotasen con varas ,
y
él
Santa Victoria
que
la hiriesen cruelmente en las plan–
tas de los pies. Presenció es tos tormentos el tirano,
y
no teniendo por entónces meditados tan atroces tormen–
tos como
se
necesitaban para saciar su crueldad , mandó
que los 11evasen
a
la cárcel, diciendo; volvedlos
a
encerrar
hasta que
rnedice
las penas con
que
han de ser aflig 'dos.
,
Meditólas en aquella noche,
y
al dia iguiente habiéndo–
se sentado n público tribunal , mandó que los traxesen de
la
cárcel. Obedeciéron los soldados,
y
al tiempo que los
traían , como conocian
las gentes la condicion terrible del
'
juez,