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AÑO CHRISTIANO.
mando el pontífice la eleccion. Pero e! Santo, considerán
dose indigno de tan alto ministerio , se ocultó,
y
quando
fué
descubierto, se resistió
a
la aceptacion; mas
al fi n ,
habién–
dosele representado que se interesaba en esto el mayor servi–
do de Dios,
y
que sin ofen a de su magestad no podia per–
sistir mas en aquella resistencia , se rindió
y
s~
desposó
con aquella iglesia, que ya había mucho tiempo se llora–
ba viuda. Habiéndose con agrado, se dedicó
a
cuidar
de
su
rebaño con todo el zelo
y
con toda la vigilancia que
correspondia
a
un buen pastor. Era , por
decirlo
así,
el proveedor de los pobres ,
el
padre de los huérfanos ,
el
defensor de las viudas, el refugio de los perseguidos,
y
el consuelo de los enfermos. Aunque era enemigo capi–
tal de todo vicio, tenia una cordial compasion de los
pecadores, procurando insinuarse dulcememe en suscorazo–
nes con
el
fin de
~atraerlos
y
de
ganarlos para
Jesu ~ Chris
to. De esta manera vivía nuestro Santo miéntras gozó pa–
cífi ~ámente
de su silla; pero como era tan agradable
a
los
ojos del Señor, no podia ménos de ser probado
y
purifi–
cado con el fuego de la tribulacion. Estaba dotado de un
teson
y
vigor episcopal, que no sabia ceder quando se tra–
taba de los derechoi de sq iglesia ,
y
de defender la
in–
munidad eclesiástica. Por es te vigoroso teson incurrió
en
la indignacion del
rey,
de los cortesanos, de los obispos
políticos
y
contempla~ivos,
y aun en la de su mismo ca–
bildo. Fué ultrajado
y
perseguido; pero era invencible
su
paciencia. Amaba
a
los que le perseguían , consolaba
y
alentaba
a
sus familiares . como t ambien
el
los que seguian
la
justicia
y
la razon
de
su partido, esfo rzando
a
todos
con
aquellas palabras tan dignas de
un
discípulo
de
Chris–
to ,
y
tan propias de un obispo.
Las injurias (
decia)
que
me hacen son medicinas amargas al paladar; pero en 'el fon–
do saludables,
porque contribt!J!en
á
la salud de
mi alma.
Sin
embargo, despues de haber hecho vivas
y
respetosas
representaciones al rey, viendo
que
su
pre~ encia
irritaba mas
los ánimos, y que ya no se le dexaba libertad paraexercersus
funciones episcopales, él mismo sed sterró voluntariamen–
té,
y pasó
a
Francia, antiguo refugio de prelados persegui–
dos. Antes de partir obró muchos milag ros;
y
estando
ya
para
embarcarse,
se
leapareció Santo Tomas Cantuariense,
aquel
admirable
arzobispo en quien
re
plandeció
tanto el
vi-