NOVIEMBRE. DIA XVI.
237
vigor
episcopal,
y
le exhortó
a
que tuviese buen ánimo,
asegurándole
'qu~
muy en breve recibiria
el
premio de sus
trabajos.
Dexó,
pues,
a
Inglaterra,
y
se retiró al monas–
terio de
~ontiñy, ~e
la órden del Cister, donde le reci–
biéron· los monges con : todo el respeto que se debia
a
su
carácter,
y a
la eminencia de
·SU
virtud. Poco despues
cayó gravemente enfermo,
y
juzgándose que debia mu–
dar de ayres, filié trasladado al monasterio de Soisac; mas
no por eso dexó
1
de agravarse la enfermedad. Conociendo
que de dia en dia le iban faltando las fuerzas, pidió el santo
~iático;
y
luego que vi6 en
su
quárto al di
vicio
objeto
de
su
amor y de su fe , extendiendo devotamente los brazos,
exclamó lleno de amorosa confiaqza:
Vos, Señor, sois
aquel en quien siempre he creído'
a
quien siempre he predi.
c.ado;, el mismo que he_ anunciado
a
mi pueblo, segun la ver–
dad de nuestro evangelio: vos sois testigo de que
.a
solo
VO$
he buscado en este mundo,
y
que todo mi deseo ha si–
do cumplir en todo vuestra santa voluntad: esto mismo de-·
seo ahora sobr.e todos las cosas; haced de mí lo que fuéreis
servido.
Quedáron suspensos
y
admirados los circunstantes
al oirle
h~blar
de aquella manera. El modo de mirar, Jos
movimientos, el gesto' el tono de la voz todo daba
a
en–
tender que veía realmente
a
Jesu- Christo. Recibió el
sa~ra
mento
del
amor ,
y
por todo aquel dia se conservó tan
alegte
y
tan gozoso, que parecia haber desaparecido ente–
ramente la enfermedad. AdminiStrósele, en fin, la santa
uncion ,
y
abrazándose entónces estrechamente con un
crucifixo, le regaba con sus lágrimas, besando las llagas–
con devotísima ternura ;.pero aplicando
sus
labios, especial.:
mente
a
la del sagrado costado como si quisiera echar–
se
a
pechos toda aquella preciosísima sangre , decia
enternecido:
Aqul, aquí se han de beber aquellas aguas
saludables en las fuentes del Salvador.
Quanto mas se
debilitaba su cuerpo , mas se fortalecía su alma con
el
vigor de la gracia ; pero
al
fin , lleno de merecimientos,
y
purificado con el fuego
de
Ja tribulacion, terminó una san–
ta
vida con una muerte preciosa en los ojos del Señor el
dia
16
de noviembre del año
1241,
manifestando luego
Dios la santidad de su siervo con gran número de mila–
gros. Su santo cuerpo se restituyó
a
Pontiñy, donde
se
le
dió sepultura con grande solemnidad;
y
desde luego se
'
co-