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AÑO CHRISTIANO.

mite para .nuestra mayor corona,

~s

preciso vencerlas,

y

para vencerlas huir1as.

-

Si se considera la vida del hombre en sociedad , se

hallará que está rodeado

de

tentaciones por todas partes.

Tres enemigos principalmente son quienes se las ocasio–

nan,

y

considerada~

individualmente sus diligencias

y

ar–

tificios , se halla la prueba de la primera verdad. El mun–

do te presenta sus riquezas, sus dignidades, sus pompas.

Te estimula

a

que practiques' las mayores baxezas

y

en–

gaños ' las mas iniquas prepotencias

e

injusticias para usut·

par los bienes

a

tu próximo. No hay fraude tan abomi–

nable ni mala fe tan aborrecible que no te la proponga

como un medio de ensalzarte sobre los demas J:iombres,

arrebatándoles

a

un mismo tiempo sus haciendas

y

sus

admiraciones. Ademas de esto,

'el

mundo te provoca con–

tinuamente

a

intentar subir un escalon siquiera sobre el

sitio en que te hall as. Para este fin abulta en tu imagina–

cion el precio de las dignidades , sus utilidades

y

conve–

niencias,

y

te hace creer que con la consecucion de un

puesto comenzará tu felicidad,

y

tendrán fin la impa–

ciencia de tus deseos

y

el defasosiego de tus apetitos.

Persuadido falsamente

a

las proposiciones lisonjeras de tu

mismo enemigo te humillas , te abates , te degradas : en

una palabra, te haces pretendiente : en este infeliz esta–

do no ha

y

mal que no adoptes con tal que conduzca

a

tu fin,

y

logrado éste ; no

hay

mal

qu~

no experimentes

en

ti

mismo. El de111onio te tienta igualmente con tanta

variedad de sugestiones .

y

objetos , que si no tuviese

el

contraresto del ángel custodio, que en cierta iñanera des–

hace sus obras, sería tu imaginacion

y

tu alma el juguete

. de sus artificios

y

sus engaños. Sin embargo , él te hace

mudar el nombre

a

las cosas

y

aprender bienes en don–

de realmente no ha

y

otra cosa que males. La carne , fi–

nalmente, enemigo temible que llevas siempre contigo

mismo sin que jamas desista de tentarte, se vale de tan–

tos objetos , quantos han instituido el luxo

y

la ·vanidad

para avivar tus pasiones

y

hacerte miserable despojo de

sus

seducciones

y

encantos. En medio de tanto peligro,

quién eres

tú,

ni quáles son tus fuerzas para poder resis–

tir~

Una simple vista es una

tenta~ion

que precipita

a

un

rey tan santo como David en un vergonzoso adulterio

y

·

en