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NOVIEMBRE. DIA X.

145

año siguíente, y no dexó de llevar el pan de vida de que

estaba tan hambrienta la solitarid. No bien la descubrió

el cazador, quando se postró en tierra por respeto; pe–

ro

ella, deshaciéndose en lágrim:is,

lt!

comenzó

~

gritar:

.Qué haces, ami¡{o carlsimo, qué

haces~

Acuérdate de que

traes contigo et divino don;

y

acercándo

a

él , le co·

gió

por la capa, y le levantó. Entónces sacó éste l a caxi–

ta donde traía el

pan

d ...

los ángel es,

y a

vista de aquel

precioso vaso que encerraba los te '>oros del cielo , quién po–

drá explicar lo profundo de su

ven

racion

y

de su respe to'?

Aniquilábase en la presencia del Dios del amor, si

endo

la

abundancia

de sus lágrimas,

y

la ter"nura de sus

a.mo

ro–

sos

suspiros intérpretes fieles

de

los afectos de s

u co

ra–

zon: centellaba

en

sus ojos

el

fuego del amor divino,

y

toda la postura era de una persona amorosamente enterne–

cida al considerar la amabilidad de Jesu-Christo. Pero

a

qué

altura subiéron sus incendios quando recibió en el sacra–

mento al mismo amor

!

El exceso de éste la hizo pro–

rumpir en la siguiente oración., llena de viva confianza:

Ahora, Señor·, dexadj!a

ir

d vuestra sierva en paz, pues

que mis ojus han visto d mi Salvador. ra recibí et -perdOIJ•

de mis pecados ,y me voy adonde lo ordena vuestro poder.

·

Dicho esto se quedó arrobada en Dios con un éxtasis que ·

duró largo tiempo;

y

v9elta en fin en sí, dió las gracias al

que la habia traído el tesoro celestial , deseándole mil ben–

diciones. Algunos dias despues, concluida la caza felizmen–

te, volvió el cazador

a

despedirse de la solitaria; pero la

solitaria descansaba ya en el .seno del Señor. Muchas

acciones de su vida quedáron escondidas

a

nuestra noticia;

y

el venerable Simeon, que refirió esta historia

a

nuestros

cazadores, se lamentaba de que Teotiste, la solitaria,

~o

, hubiese tenido otro segundo Zósimo que dexase

a

la pos–

teridad relacion individual de muchas cosas tan dignas de

no ser ignoradas de los hombres. Admirémos aquí la pro- .

videncia de Dios que saca

a

una tierna doncella de entre

las manos de los corsarios árabes. la sustenta por ·]argo

tiempo en

el

desierto,

y

en fin la proporciona el consuelo

de recibir el

ali~ento

celestial' y recibido la lleva

a

la in–

mortal gloria.

O

mi Dios ,

y

quién se arrepintió jamas de

haberte servido

!

·

K

La