NOVIEMBRE. DIA X.
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año siguíente, y no dexó de llevar el pan de vida de que
estaba tan hambrienta la solitarid. No bien la descubrió
el cazador, quando se postró en tierra por respeto; pe–
ro
ella, deshaciéndose en lágrim:is,
lt!
comenzó
~
gritar:
.Qué haces, ami¡{o carlsimo, qué
haces~
Acuérdate de que
traes contigo et divino don;
y
acercándo
e·
a
él , le co·
gió
por la capa, y le levantó. Entónces sacó éste l a caxi–
ta donde traía el
pan
d ...
los ángel es,
y a
vista de aquel
precioso vaso que encerraba los te '>oros del cielo , quién po–
drá explicar lo profundo de su
ven
racion
y
de su respe to'?
Aniquilábase en la presencia del Dios del amor, si
endola
abundancia
de sus lágrimas,
y
la ter"nura de sus
a.moro–
sos
suspiros intérpretes fieles
de
los afectos de s
u cora–
zon: centellaba
en
sus ojos
el
fuego del amor divino,
y
toda la postura era de una persona amorosamente enterne–
cida al considerar la amabilidad de Jesu-Christo. Pero
a
qué
altura subiéron sus incendios quando recibió en el sacra–
mento al mismo amor
!
El exceso de éste la hizo pro–
rumpir en la siguiente oración., llena de viva confianza:
Ahora, Señor·, dexadj!a
ir
d vuestra sierva en paz, pues
que mis ojus han visto d mi Salvador. ra recibí et -perdOIJ•
de mis pecados ,y me voy adonde lo ordena vuestro poder.
·
Dicho esto se quedó arrobada en Dios con un éxtasis que ·
duró largo tiempo;
y
v9elta en fin en sí, dió las gracias al
que la habia traído el tesoro celestial , deseándole mil ben–
diciones. Algunos dias despues, concluida la caza felizmen–
te, volvió el cazador
a
despedirse de la solitaria; pero la
solitaria descansaba ya en el .seno del Señor. Muchas
acciones de su vida quedáron escondidas
a
nuestra noticia;
y
el venerable Simeon, que refirió esta historia
a
nuestros
cazadores, se lamentaba de que Teotiste, la solitaria,
~o
, hubiese tenido otro segundo Zósimo que dexase
a
la pos–
teridad relacion individual de muchas cosas tan dignas de
no ser ignoradas de los hombres. Admirémos aquí la pro- .
videncia de Dios que saca
a
una tierna doncella de entre
las manos de los corsarios árabes. la sustenta por ·]argo
tiempo en
el
desierto,
y
en fin la proporciona el consuelo
de recibir el
ali~ento
celestial' y recibido la lleva
a
la in–
mortal gloria.
O
mi Dios ,
y
quién se arrepintió jamas de
haberte servido
!
·
K
La