AÑO CHRlSTIANO.
todas esas sectas se engrósár-ón con la licencia , con la
libertad del
~espíritu
y
del corazon ,
y
con el ignomi–
nioso triunfo de la carne. La castidad es un don de
D ios que no · conocen los hereges ni
los paganos. La
misma expresion de que
s~
vale. el apóstol en esta epís –
tola da bastantemente
a
entender que el matrimonio es
yugo ,
y
cierta especie de cautiverio. Esta e.s buena ra–
zon
para · no empeñarse en él sin haberlo pensado mu–
cho;
pt.rouna vez que se sujetó
a
él la cerviz' el sen–
tir lo mucho que pasa , no es buena razon para pro–
curar sacudirle de sí. Los trabajos inseparables del ma–
trimonio hacen comprar bien caros Jos gusros que se
prometen
y
se representan en él. Quántas
inquietude~!
Quántas sospechas! Quántos secretos amarguísimos cui–
-dados
!
La prudencia obliga
a
sepultarlos profundamen–
te dentro del corazon , .
y
aun por lo mismo le des–
cpedazan mas. En el estado religioso se ven los traba.:
jos; pero no se ven los consuelos con que los suaviza
la gracia. En el del matrimonio se ven los gustos ; pero
no se ven las amar.guras
que los emponzoñan
y
hacen
~uspirar
en secreto. En el
mun.do todo se aparenta ri–
sueño, p'orque la primer<J. leccion que en él se. aprende
es
Ja
simulacion. Pero qué lágrimas tan amargas se der–
raman en secreto
y
en particular quando la vanidad
y
los re petos humanos dexan entera libertad al alma pa–
ra desahoga-rse
!
La constante modestia de los buenos
oculta
y
roba
a
los ojos del público el inefable gozo de
que está inundado su corazon; rrr-.J oh,
y
qué concepto
se haria de la perfrccion si se pudieran pal par los ce–
lestiales consuelos que gozan las almas santas
a
los pies
del crucifixo
y
en el retiro de su oratorio.
El evan¡{elio es _del cap.
25
de San Mateo
,
y
el rnismeJ
que
el dia IV ,fol.
78.
ME-