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AÑO CHRISTIANO.
no por eso sería
ménos
funesta
su
muerte, ni
ménos
l~sti
mosa su desgracia. Pero entónces todo su furor, toda su rá–
bia
y
toda su cólera sería contra Dios , que solo los habia
sacado de la nada para perderlos. Mas
qué
sent irán! Cómo
se enfurecerán! Qué ódio tan mortal nó se tendrán
a
sí mis–
~os
sabiendb mu
y
bien que aquel Dios era un buen pastor
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que amaba
a
todás sus ovejas: que aquel juez era un salva–
dor que babia muerto por e1los : que aquel criador era un
buen padre que
a
nin?;UO hijo negó jamas
SU
legítima: que
solamente los crió para ponérsela luego en la manos: que
adema" de eso no hubo siquiera uno
a
quien no le hubiese
liberalmente concedido algun caudal para que negociase
con él,
y
para merecer la salvacion que en 1
s
adultos solo
se da
a
título de premio y de salario! ondenós aquel por–
que no
qui~o
escuchar la voz de su buen pastor: porque vo–
l untariamente se apartó del rebaño: porque no le dió la ga–
na de volverse al redil. Si esta oveja
fué
despedazada .. será
cu lpa del pastót
o
de la
ovej a~
Qué motivo babia para dexar la casa del mejor de to–
dos los padres, y para no querer vivir sujeto al dulce yu–
go de sus leyes?
No
fué grande extravagancia can arse de
una vida uniforme y
arreglada~
Sacúdese el yugo de la ley:
no se puede sufrir la dependencia: quiérese vivir al antojo
de cada uno. No quiere Dios violentarnos,
o
porque no le
gusta el servicio forzado,
o
porque re peta (digámoslo así)
la libertad que él mismo concedió al hombre Pero ese in–
feliz pródigo, distante ya de la casa de su padre, encuen–
tra bien presto en su propia libertad su mayor desdicha,
~u
ruina y su perdicion. No hay un solo condenado que no sea–
artífice de su de gracia. Mi Dios , que dolor eterno! _ué
eterna desesperacion
!
Haber trabajado en su propia pérdi–
da
!
Deberse
a
sí mismo su condenacion!
PUNTO SE G
U .N
DO.
C
onsidera que no hay Santo en el cielo que no conozca,
que no esté convencido de que debe su salvacion
a
la
s.angre,
a
los méritos
y a
la gracia de
fesu-Chri
to. Pues
quáles
~erán
sus amorosos, sus agradecidos
a~
ctos
a
este
divino Salvador! Pero tampoco hay condenado en el infier–
no que no conozca y no esté convencido de que este divi–
no Salvador jamas le negó su gracia,
y
qµe él , por pura
ma-