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S.ÉñOR

NUESTRO.

2

67

to, aunque se han cortado de ella un sin número de

partecitas, para satisfacer

a

la devocion

e los F ieles,

no se ha disminuido en nada; y aunque l antas

g~ nt

s

tienen ¡;>edazos de ella , se diría no obstante qu e no se

ha tocado

a

ella, estando siempre tan ente ra

COlTI()

qaando se encontró. Así habla San Paulino de este mi–

lagro de

la

Cruz , en la carta

1

r.

a

Severo.

§.

L

x~x.

LA FIESTA D E L A E X A L TA C I O N

de la Santa

C11uz..

,

E

L afio 615. Cosroa$ segundo Rey de Persia , ha–

biendo tomado

a

Jerusalén ' se llevó

la

s

anta

Cruz, y un gran número de Fieles, que hizo cautivos,

entre los quales estaba Zacarías, Patriarca de Jerusalén.

Heraclío, Emperador de Constantinopla , le pidió la

paz ; pero el Rey bárbaro no se la quiso conceder,

sino con la condícion que renegaría de Jesu-Christo,

y

que sus Pueblos harían lo mismo ,

y

adorarían al

sol , que era el Dios de

los

Persas. Una proposicion

tan impia animó de una justa indiguacion

a

los Chris–

tianos , al Clero , y

a

todas las Casas religiosas , quie–

nes dieron espontánea y

muy

liberalmente gran par–

te de sus bienes al Emperador, para sostener una guer–

ra tan legitima. Enardecido este Príncipe con esre so–

corro,

y

rodavía mas alentado por su confianza en

Dios , hizo avanzar sus Tro P, as ;

y

llevando

él

mismo

una Imagen milagrosa de Nue tro Señor J esu-Chr is to,

dió sin embargo de la desigualdad de sus fuerzas , la

Ll

2

ha-