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S.ÉñOR
NUESTRO.
2
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to, aunque se han cortado de ella un sin número de
partecitas, para satisfacer
a
la devocion
e los F ieles,
no se ha disminuido en nada; y aunque l antas
g~ nt
s
tienen ¡;>edazos de ella , se diría no obstante qu e no se
ha tocado
a
ella, estando siempre tan ente ra
COlTI()
qaando se encontró. Así habla San Paulino de este mi–
lagro de
la
Cruz , en la carta
1
r.
a
Severo.
§.
L
x~x.
LA FIESTA D E L A E X A L TA C I O N
de la Santa
C11uz..
,
E
L afio 615. Cosroa$ segundo Rey de Persia , ha–
biendo tomado
a
Jerusalén ' se llevó
la
s
anta
Cruz, y un gran número de Fieles, que hizo cautivos,
entre los quales estaba Zacarías, Patriarca de Jerusalén.
Heraclío, Emperador de Constantinopla , le pidió la
paz ; pero el Rey bárbaro no se la quiso conceder,
sino con la condícion que renegaría de Jesu-Christo,
y
que sus Pueblos harían lo mismo ,
y
adorarían al
sol , que era el Dios de
los
Persas. Una proposicion
tan impia animó de una justa indiguacion
a
los Chris–
tianos , al Clero , y
a
todas las Casas religiosas , quie–
nes dieron espontánea y
muy
liberalmente gran par–
te de sus bienes al Emperador, para sostener una guer–
ra tan legitima. Enardecido este Príncipe con esre so–
corro,
y
rodavía mas alentado por su confianza en
Dios , hizo avanzar sus Tro P, as ;
y
llevando
él
mismo
una Imagen milagrosa de Nue tro Señor J esu-Chr is to,
dió sin embargo de la desigualdad de sus fuerzas , la
Ll
2
ha-