SEfíOR NUESTRO.
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do en el
_l\1ar
Adriático por órden de esta Pricesa, pa–
ra
aplacar una furiosa tempestad que
pare~
iba
a
tra–
garselo todo. Dícese que esce clavo no se perdió ,
si–
no que volvió nadando sobre el agua, como en otro
tiempo la segur del Profeta Eliséo , lo que lo hizQ
mas apreciable,
y
le
concilió mas la veneracion de
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todo el l\1undo;
y
se cree es el que se guarda en Paris en
la Santa Capilla ,
o
en la Iglesia de San Dionisio. Al–
gu
n
tiempo despues regaló Santa Elena ala Iglesia de
Roma, llamada Santa Cruz de Jerusalén,
el
clavo que
habí~
mandado engastar en el casco ,
o
diadema del
Emperador:
y
si se encuentran algunos clavos en otras
partes con
el
nombre de clavos de la Cruz del Salvador,
no tiene duda que serán clavos hechos de otrb hierro,
y
con alguna mezcla de limadµras de los verdaderos
clavos del Sa1vador,los ·qba1es por razon de esta mez–
cla
no son menos dignos de nuestro culto.
·
NOTA.
En Madrid ,
en
la Real Capilla de Palacio ;se ve–
nera uno de Jos clavos , con
que
fue enclavado el Sal–
vador en la Cruz , el que se dá
a
adorar todos los años
el
Viernes Santo, cuya preciosa reli quia, habiendo es_:
tado envuelta en sus llamas que consumieron todo el
Palacio el año
1734 ,
se halló acabado el incendio
entera,
e
ilesa. Igualmente se · conservan en la Cate–
dral de Valencia dos piedras del Sepulcro de Jesu–
Christo ,
1
las que for_man las tapas alta
y
baxa de la
arquilla en que se reserva el Sacramento el Jueves
San–
to , el que se mete dentro del mismo Calíz en que
consagró e_l Señor su sangre la noche de la cena. Este
Calíz, que es de una piedra parecida
a
la ágata , no
es tan alto como los que se usan hoy, aunque la co-
pa