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CAPITULO XI.

cuius frater Laz.arus infi rmaba–

tur.

3 l\!Iiserunt ergo

soror.es

eius

ad cum dicentes : Domine, ec–

ce quem amas infi rmaru.r.

4 Audiens aurero Iesus di–

xit eis : Jnfi rmitas haec

no9

est

ad morrem, sed pro gloria Dei,

ut glorificetur Filius Dei per

eam.

-._

5

Diligebat autem Iesus JVlar–

tham et sorore!Jl eius Mariam

et Laz.aru m.

1

6

Ut ergo audivit quia in–

firmabatu r , tune quidem man–

sit in eodem loco duobus .!>iebus.

7

D einde post haec dixit di–

sci pulis suis : Eamus in ludaeam

iterum.

8

Dicunt ei d iscipuli: ¿Rab–

bi , nunc quaerebant te ludaei

Japidare , et iterum vadis

il–

luc?

9

Respondit lesus: ¿Nonne

d uodecim sunt horae diei

?

Si

quis ambulaverit in die, non of–

fendit, quia lucem huius muo–

di

vidct:

r o

Si a utem ambulaverit in

noéte , offendit, quía lux non est

in eo.

J

En Beth::ania en c:tsa de Simon el le–

p roso.

~tAT'rR.

XXV I.

6.

M ARC. X IV.

J

\féJ~C ~.:1

Cnpítulo siguiente, .

2.

'

P:Jr:J. muerte , que deba durar has–

ta

la

rcsurrcccion general como la de los

otros hombres ; porque debia recobrar la

vid.l poco dcspues. S.

A GUSTI N.

J

P.tra que dcspues se descubriese mas

la gr:mdczJ. del milagro :

y

para confun–

dir con esto

1.1

incredulidad de los Judíos.

Los

Jud1os en rodas las

csr;ciooes

del

::año contaban doce horas desde

qoe

s.~li:t

el ol hastJ. que se poni;l·

s Jc.:su Chrisro

compara

!J.

tiempo

de

sus cabellos • : cuyo hermano Lá–

zaro estaba enfermo.

3

Enviaron pues sus herma–

nas a decir a J esus : Seño r, he aquí

que el que amas está enfermo.

4 Y

quando lo oyó J esus , dí–

xoles : Esta enfermeqpd no es pa–

ra muerte • , mas es para gl ia

de Dios, para que sea glorificado

el H ijo de Dios por ella.

5 Y

amaba J esus a Martha

y

a Ma ría su hermana y a L áz.a-

~.

6 Y

quando oyó que estaba

enfermo , se detuvo aun dos dias

<y

aquel Jugar '·

7 Y

pasados estos dixo a sus

disd pulos : V amos otra

vez.

a J

u-

déa.

-

8

Dixéronle los disdpulos:

¿Mae~ro

, ahora querían ape–

drearte los Judíos , y vás allá,

otra vez.?

9

Respondió J esus: ¿Por ven–

tura no son doce las horas del

dia • ? El que anduviere de dia,

no tropieza , porque vé la luz. d

este mundo

s

:

ro

Mas si anduviere de no–

che , tropieza , porque no hay

luz. en él.

'J

su

vida

a

un dia cuyas horas son

tod:~s

contadas , sin que el poder de todos los

hombres alcance a poderbs abreviar ni

un

solo momento. La noche que succede

al

di_a es l:t muen e. Con esto quiso clac a

cn–

té!tder a sus discípulos, que debía cumplir

su ministerio du me su vida:

y

que co–

mo oo habia

n

<

que pudiese adelantar

el momento de su muorte que tenia

de–

terminado , podia ir por rod:1s partes con

tJnta seguridad,

Ff'mo

los que caminan

en

el

cuer

del dia sin riesgo

de

tropezar.

.h>tS.

El

qu~

andwvier dt: dia

110

u tro–

pr¡ará.