y
á las obras de Tcrtuliai:o.
confuso unas sobre las otras. Para desenlazadas
y
colocarlas graciosa
y
desembarazadamente en la ora–
cion es preciso at1adir
ó
refoLmar
palabras. 5i esto
es faltar
á
las leyes de la version , es falra forzo–
samente necesaria ; que
el
estilo de este Auror no
se puede sujetar
á
estos rigores. Algunos
(1)
quie–
ren que sea la version tan fiel
y
puntual, que no
se mude una sHaba , ni una coma , sino que pase
como dicen los Griegos
el
barco por
barco
(ceda
á
la propiedad la indecencia de la voz)
y
el mor–
tero por
mortero.
Otros (
2)
desahogan este rigor
con la licencia parafrástica. Ambas leyes exceden:
aquella es escrupulosa, ésta relajada.
El
(3)
cortar
Jo superfluo,
dice S. Gcrónimo ,
no e1 injuria
de
la untenda
,
sino
adorno: añadir
para llenarla no
es infidelidad, sino aliño.
La pat1frasis es interprc–
tacion licenciosa , que no es
fiel
traslado del ori–
ginal, sino explicacion del sentido ; no copia
fiel
Y verdadera , sino suma equivalente, que por eso
los
Griegos la llaman
proporcion. No entiendo yo
dice (4) Quintiliano ,
que la ptu·áfnuiJ sea tan
Jo~
lamente interpretacion de la letra, sino vada decla–
r.1cion
de
los sentidos declarados
con
qualqrüer
géne–
ro y abnndancia de palabras.
Las regLis fieles de traducir las observó Cice–
. 1011
(1 )
Boeciotraduxoá Porfirio
á
la letra sin aiÍadir, ni mudar
una silaba,
ni
coma, por seguir el adagio de
los
Griegos:
In
versione mortarium
t!I
vertcndum
mortarium;
&-
scapha
scapha.
(2)
Rufino
vertió parafráu!camente la
Ar.ología
de Ter–
tuliano de griego en latin,
(3) Epist. 65.
eadem ad verbum exprimere, non est ejus qui
.tertJare t1clit eloquií venuuatem.
. (4) L. 10.
c.
S·
Neque ego paraphrasin eue inlerpreta–
tionem tantum volo
,
sed circa eo1dem sen1u1 certamen at–
que 11:mulalioncm,