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..

En

ei E vánjclio comprueban lo mismo,

fa

oradoil deÍ

P ttblicano, la del Centurion, y de otros muchos necesitados..

Y aunque esta verdad es sabida el e tod"' cristiano,

creo

inutil traducir algunos testos que la r ecdmiendan.

" ¿Cómo no se ha de humillar el alma que se conocé

" á

sí m isma, viendose cargada de pecados, agravada con

el

"~~

del cuerpo mortal, embrollada con los cuidados terre–

., 1ios, infi cionada con las heces de los deseos carnales, cie–

" ga, encorvada, enferma, envuelta en muchos errores, es–

" puesta

a

mil peligros, azorada por mil temores, angustiada

' ' por mil di ficultades, propensa á mil desconfianzas, oprimi–

" d a de mil trabaj os, inclinada á los vicios, y débil para las

" virtudes?

¿Con qué fundamento elevará sus ojos. y levan–

" tará su capez a? Antes bien es justo que considere su pro–

" pia mi seria, sintiendo los remordimientos que como espi–

" nas punz an su corazon: que se vell

á

si misma, y que vol–

" vicndose al Señor cori lagrimas y j emidos, le diga con un

" clamor humilde: Sana mi alma que pecó contra ti. Y como

" el Señ or es padre de misericordias, y Dios de toda conso•

" lacion, será consolada luego que se vuelva

a

él clel modo

" dicho.

San Bernardo Capitulo

36

I11cantic.

1 "

¿Con cuanta reverencia, t emor y humildad no debe

" acercarse á Dios en la oracion, un vil r enacuajo que sale

" arrastrando de su laguna?

¿Con cuanta confusion, humil–

" daa , congoja y atencion de su alma m> está obligado

m1

" mi serable hombresillo á presentar sus humildes súplicas

ii.

" la M aje>tacl Divina, en presencia de los Anjeles, en

el

" consej o de los Justos, en Ja congregacion de los Santos?

' ' Consiclerese

á

sí mismo, y reputandose como presentado á Ja

" Suprema M ajestacl, diga con Abraham: H ablaré á mi Señor

" Yo que soy polvo y ceniza."

Idem Sermon 35 D e diversis

n.

7.

et

8.

" T ocio cri stiano debe creerse pohre )' reducido

á

la

' necesidad de pedir

á

Di os una limosna espiritual, porque la

" oracion es una es pecie de mendiciclncl, mediante la cual

" conseguimos que Dios se compadezca de nosotros.

Por

" eso dice San P ablo, que toda criatura jime sintiendose su–

,, j eta á la vanitlad . D ebemos pues mirar la oracion_ como

" un remedio d estinado á curar nuestras flaquez as,

y

a repa–

" rar nuestras faltas.

J esu- Cristo

no~

dice, que pecamos

" todos los dias de nuestra vicia; y por lo tanto debemos orar

" cada dia, para obtener el perclon.

L a oracion del primer

" hombre era una acc)on ele alabanzas

á

Dios; pues mientras

.

1~