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" por los bienes que nos promete; gemir
á
la vista· de nucs–
" tras miserías,
y
de los peligrns de ofenderle en que nos
" hallamos. Para orar de este modo, no se necesitan IJ.ISOhas
" palabras, ni ciencia, ni metodo, ni discurso; ni
fat~r
la
" i¡naJinacion: basta un instante de tiempo,
y
un buen movi·
" miento de corazon. En ese instante podemos estar
OCll•
" pados en el ejercicio de nuestras obligaciones, ofreciendo
" á
Dios lo que hagallllos con intencion pura de glorificarle,
" aun en las cosas mas comunes;
y
de esta suerte jamas se in:.
" terrumpirá nuestra oracion."
Fenelon ibidem.
Segun todos los místicos, este puro y ardiente deseo hace
j emir el corazon,
y
su jemic,lo alcanza induljencia al pecador•
consuelo y fortaleza al justó; y por él mereció ta· Esposa de
los Cantares, !¡Ue la embriagase de amor con dulcísimas ca–
ricias su Divino Esposo. A mas de esto, quien tiene tan ar–
diente deseo de
~u
justificacion y adelantamiento éspiritual,
por lo comun no se distrae en el tiempo que destina espe•
cialmente al sagrado ejercicio de la oracion; y si padece al•
gunas distracciones involuntarias, no le perjudican y aun pue•
d en serles meritorias.
'
"No es inutil la oracion al que en ella padece distrae–
" ciones por permision divina) si las disipa prontamente; y
" Dios esta con el, aunque al parecer se le ausenta. Pero mas
" facilmente pasan la distracciones despreciandolas, que com–
" batiendolas; porque se fijan mas en la imajinacion, y son mas
" molestas, cuando es mucho el empeño en auyentarlas. Tan–
" to mas agradable es
a
Dios la oracion árida y sin ningun con–
" suelo, cuanto es mas repugnante
á
la naturaleza."
Bona ibid
cap.
48.
"Las almas fieles no d.eben tener escrupulo de las dis·
" tracciones inyoluntarias que les sobrevengan; porque ellas
" contribuyen
á
perfeccionarlas mas que las oraciones sublimes
" y afectuosas, con tal que procuren di.>iparlas,
y
que sufran
" humildemente su flaqueza."
Feiulon ibidem.
Pero tal es nuestra miseria, que muchas veces provie·
nen la distracciones en la oracion, de que no tenemos la con–
ciencia limpia ele afectos terrenos; de que no no nos prepa·
r a1nos, y de que no deseamos con ansia lo mismo que pe·
dimos.
Para remediar tan grave mal que inutilize nuestras
preces, considerémos las doctrinas siguientes.
"Carísimos hermanos:• cúando oramos, debemps estar
,,atentos
á
lo que pedimos.
Disíp~se
entonces tqdd pensa.
,,miento carnal
y
terreno,
y
solo se ocuE,e·
el'
1
'alma de lo que
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