Twas
y
:tcc1ones, para conforínar su propia voluntad con
la
Di vina, y vivir <le la
fé,
resistiendo
á
las instigacionts
de~
djabJo,
a
la se<luccion
¡]eJ
mLH>de, )'
á
Jos alhagos de la, rnc.
Co~prendiendose
¡rnes Ja morti fic aeion intcrim en e1 ejer-
01c10 de t odas las virtudes, solo d ebo contraerme
á
Ja esteri01-.
Los actos <le esta son obligatorios, ó de supereroga–
cion.
E11tre los d e precepto, ti enen
él
primer lugar los que
hacen parte del Sacramento de la Pen.itencia, y son impues–
tos
p~r
el Confesor; el ayuno mandado por Nuestra Mai:lre
la I glesia Católica, del que nadie debe di spensarse sin graví–
si mo imped imento; y en las personas relij iosas, las penalid¡¡..–
des que ordenan sus respectivas constituc,iones. La morti–
ficacion de consejo
ú
de supererogacion, ti ene
á
raya los sen–
tidos, no solo pi·ohibiendoles lo ilí cito, porque eso es de obli–
gacion, sino tambien lo inutil, que solo conduce
á
la satis–
faccion de Ja propia voluntad. Tan necesaria es esta morti–
ficacion de la vista, dei oido, del gusto, qlfato y tacto, que sin
ella, nn solo es imposible me<har en la vida espiritual, pero
ni aun conservarse en gracia Jm·go tiempo. A mas de esta
mortificacion ordinaria, y comun
á
todo justo de cualquier
estado, condicion y edad, hay otra estraordinaria, muy pro-·
vechosa segul'l las circunstancias de cada uno, y
ele la cual
no se ha eximido ningun Santo canonizado entre los Confe–
sores, Virj enes y Viudas. Los medios de practicarln, son
los ayunos, cilicios, disciplinas, y otros instrumentos de esta
especie que atormentan el sentido del tacto,
á
mas de los
que el espíritu de mortificacion ha suj erido
á
muchos Santos,
para .molestar
á
los demas sentidos.
,
Son muchos los testos ele la E scritura ql1e demuestran
cuan eficaces ·son los ayunos estTaordinarios para i111plorar
la mi sericordia de Dios,
y
obtener el perdon de los pecados;
y
aunque no se refiriese en la Santa Biblia oiro suceso mas
que el de Nínive despues d e la predicacion del Profeta Jo–
nils, este solo bastaria
par~
probar su importancia.
Pues ha–
biendose abandonado esa populosisima ciudad
a
todo jénero
de placeres criminales, bajo el reinado de Sardanápalo,
y
d ado este R ey
á
sus vasallos el ejemplo de ' la mas escaa•
d alosa prostitucion; impetró la indulj encia, y el que no se ve-
..
rificase la proxima ruina de la ciudad vaticinada por el P ro–
feta, luegu que por su mandato 0bservaron un rigoroso ayu;"
no, no solo los hombres, sino
t~mbien
las' bestias.
Joná.s cap.
:J.
verso
71.
De los cilicios se h:ace tambien mencion en muchos