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~9~...-

om as

·y

tribn1n.cion~s.

Sobre todo,

no~

serviria de instruccion

y'

cons'uelo el qne hubi tesc declarado por ob ediencia lo que

Dio ·

l e

rc1·elaba en esos portentosos raptos, cuando

rcfl~jaba

sn e

:lrpo

algun os

rayos ele

la Eterna Lnz

que

iluminaba

su

espíritu;

.r

cuando Di

os lo h

acia invisible , p ara que nadie

turLase el dulce reposo de.su amado Siervo, ni interrumpiese

los iuti1nos

y

familiares coloqnios 0on que le honraba.

Es n •rclad, qne mnchas veces no se acuerda el alma ele

Jo que cntendia, desde que era abismada en ese pi clago ele

luz :

y

qu e en otras, ó no se le permite comunicar lo que se

le rcl' cla, ó no puede declararlo, por faltar e:i tocio idioma pala–

b ras adecuadas para esprnsrtr lo que comprende: pero tamLien

es cierto, que en esos maravillosos extasis, suele Dios comu·

ni carie lnces especiales , no solo para vei- con mas claridad,

y

con nner as circunstancias las verdades que fijan su ateu–

cion, si no tambien diversos objetos, infundiendole nuevas

espe<oies, y tal vez revelandole sucesos prosperos ó adversos

q ne deberian veri fic arse en el pueblo que habita, ó en ou·o

cliforente. Y si como es muy probable, ·comunicó Dios

á

F ray lVIartin arcanos semejantes, n o solo nos habria sido uti–

lisima su manifestacion, sino tamhi en h abrían comprobado Ja

lejitimidacl de esos portentos.

P ero Dios que permitió tan

i1otab1e descuido, p orque asi con rnnrlria p ara su gloria, nos

ha <lado etconsuelo de que di ch as rnara1·illas fuesen visibles

y pubfü as, p ara qne admirandolas, le tributemos afectuosas

ulabanzas, porque le" antó

á

su Siervo del polvo rle la tierra,

.para colocarle entre los principes de su Corle celestial, donde.

rein ará con

01

eternamente.

CAPlTULO 8.

o

Su Mort/ficacion.

.

~adie,ignora

que la mortificacion puede ser interior

Y

espm tual, o esteri or y corporal.

P or aquella reprime el

alma todas las in

clin

aciones viciosas,

y

por esta se abstiene

de

cuant~

alhaga

1.os

sentidos. Sin la primera, no puede ejer·

citarse rn nguna virtud; porque naciendo todos propensos al

mal, y deseando satisfacer los deseos de nuestro depravado

corazon, el que qui era domar sus pasiones debe hacerse con·

t inua violenci'.1-,

é

implorar el auxilio de la 'gracia. Por lo tan–

to. puede decirse, que no h ay momento en que no d eba el

<ln stiano mortificar se interi ormente, porque n<> hay ninguno

e.n que no esté obligado

á

n¡:ctificar sus pensamientos,

pala~