impresas, y aún de los nombres de los impreso·
res que las han producido; circunstancias que es.
tablecen, indudablemente, las consiguientes dudas
sobre el orígen y la producción de esas mismas
ediciones.
Es un hecho qUe no admite duda, que los tipó·
grafos han puesto en sus ediciones las fechas
y
lugares de impresión, suscribiéndola" también;
cuando su secreto llegó á ser universalmt>nte co.
nacido y cuando ya perdieron la esperanza de po–
der vender sus libros á los altos precios que va·
lían las copias hechas á mano.
.
Cierto es, que el primer libro que apáreció con
fecha, ha sido el
Psalmorum Codex
impreso en Ma–
guncia en 1457 por los socios
]
tian Fust y Pedro
Schmffer, según lo manifiesta
el
verso de la última
foja de este libro, que trae la sigui ente indicación
impresa con tinta roja:
Prcesens PJalmormn Codex
venustate capitalt'um decoratus rubricationibus que
sufficienter dútinctus, ad inventione artifiáosa im·
primendi ac charactetizandi, absque caland u/la exa.
ratione sz'x ejfigt'atus, et ad eusebútm Dei
industrt'e
est consumatus, per Joltannem Fust civem Magunti.
num et Petrum Schmffer de Gerenzheím, anno DorrÚ·
ni mz'llesúnc> CCCCLVII in vigilt'a Assumptionis.
Empero, es cierto también que el ejemplo de
estos dos primitivos impresores de Maguncia no
ha sido imttado por los demás que después se han
ido estableciendo en diversos lugares de Europa,
porque estaba en su interés el ocultar el secreto
del nuevo arte tipográfico, el que siguiópermane.
ciendo oculto durante más de diez años, porque
solo en 1468 Gunter Zainer, que imprimía en Augs·
burgo, principió á poner fechas en las ediciones que
dió á luz, firmándolas también, sin duda con el
propósito de rivalizar con Ulric Zell, de Colonia,
y Alberto Pfister, de Bamberg, que en ese mismo
año principiaron también á fechar sus produccio·
nes
tipográficas.